
La audiencia que abarrotó el lugar estuvo predominantemente compuesta por jóvenes cubanoamericanos y recién llegados de la isla, que cantaron junto a Delgado muchas de las canciones, mientras bailaban desaforados en el pedacito de espacio que les quedaba libre.
En un momento determinado, el jazzista Gonzalo Rubalcaba, coterráneo, amigo y colaborador de Delgado, subió al piano y se unió a la banda. La gente no podía creer que Miami estuviera asitiendo a uno de los conciertos de música popular cubana más importantes del momento.
Pero mucho ha llovido desde aquel entonces y el Chévere de la Salsa regresa esta vez al club Starfish, los días 22, 23 y 25, como parte de una gira estadounidense de 16 conciertos, que le llevará, entre otras, a las ciudades de Los Angeles, Nueva York, Las Vegas y San Juan.
“Tengo muchas expectativas con este segundo concierto en Miami. Es una ciudad que me fascina, con un público que conoce mi trabajo y al que le presentaré las canciones de mi nuevo disco que se llama Malecón en Cuba, pero que probablemente lleve el nombre de La fórmula para el resto del mundo”, dice Delgado, vía telefónica, desde su casa La Habana.
Esta nueva producción aparece después de dos años de ausencia del artista de los estudios de grabación, en los que se dedicó principalmente a ofrecer conciertos en Europa y Cuba. Además, la timba, que ha sido el género que lo distinguió dentro de la escena musical cubana contemporánea, está dejando de ser la fiebre del momento para los bailadores cubanos.
El sello disquero responsable de lanzar y comercializar La fórmula es Ahí-Namá, el mismo que ha producido los éxitos internacionales de otros artistas y agrupaciones como Arte Mixto, Bamboleo y Enrique Alvarez y su Charanga Latina.
Después de algunos años bajo contrato con el empresario puertorriqueño Ralph Mercado, en Nueva York, Delgado llegó a un acuerdo con la casa y aun cuando le quedaban dos discos por hacer con RMM International, recibió su liberación.
“Estoy contento, porque finalmente he podido trabajar con entera libertad, sin las presiones comerciales que siempre están detrás de una casa disquera grande”, dice.
La timba, que movilizó a tantos y tantos fanáticos de la música popular, proviene de las mismas raíces que la salsa, pero es mucho más fuerte, más negra y mucho más fácil de bailar. Tiene el poder de movilización del rock, porque su energía es cruda y fuerte, pero al mismo tiempo puede ser extremadamente erudita. Desde principios de los 90, los más experimentados y estudiosos músicos empezaron a componer y tocar la timba para los adolescentes.
Pero hubo muchos factores que influyeron a la hora de establecer este género como un fenómeno musical de masas y de extrema popularidad. Al disminuir el apoyo económico, que el gobierno daba a los grupos musicales durante el llamado período especial, los músicos necesitaron concentrar grandes masas de público en sus conciertos a fin de generar ganancias que les garantizaran la supervivencia.
Por otra parte, el uso de frases del argot habanero, mezclado con un toque de sensualidad análogo al que se encuentra detrás del rap norteamericano, aumentó la intensidad de la timba como género y reclamó mucha atención por parte de la audiencia más jóven.
Coincidentemente, el turismo que visitaba la isla encontró en la timba un género musical mucho más fácil de bailar que la propia salsa.
“La timba, y en el género hay que distinguir el excelente trabajo de Issac Delgado, comienza a suplir muchas de las funciones de comunicación que la prensa oficial no cumplía ni cumple en Cuba: una frase con muchos significados e interpretaciones se convertía en el sello distintivo de una banda”, afirma Alberto González, especialista en música cubana que reside en París.
Se dice que la genialidad de los letristas y compositores cubanos de los últimos 10 años radicó en la astucia de hablar de su propia situación políticosocial en forma de preguntas más que de respuestas, lo que lleva al espectador a sacar sus propias conclusiones.
Pero La fórmula va un paso más adelante. Se trata de un disco, según las palabras del propio Delgado, “citadino, urbano, que respeta el sentido de la cubanía, pero que trae aires musicales nuevos: un disco de crónicas y hechos de nuestra vida cotiana, con un nivel de texto intenso y donde hay música para bailar y para oír, que apela a todos los gustos, con una interesante trama”.
Además de los vocales, Delgado es también el productor general del disco, en el que compuso seis de los 10 temas, dos en colaboración con Juan Formell y Luis Lombillo. Ha contado también con la ayuda de arreglistas de la talla de Juan Manuel Ceruto y Joaquín Betancourt. El pianista Gonzalo Rubalcaba le acompaña en todo el disco.
Delgado nació en La Habana en 1962 y, antes de comenzar su carrera como solista, fue el vocalista principal del popular grupo NG La Banda, que dirigía el ex integrante de Irakere, José Luis Cortés. De ellos, Delgado heredó su sentido de la modernidad, mezclado con un respeto por los ritmos tradicionales, y el uso poderoso y efectivo de la percusión y los metales.
Su repertorio ha sido siempre muy bien pensado, a la vez que variado, muy cercano a aquello que se ha dado en llamar salsa erótica, pero que no descuida la importancia de la percusión y va un paso más adelante por su gran capacidad vocal.
Su voz extremadamente dulce y acertada, acompañada de buenos arreglos y excelentes productores han dado lugar a un producto verdaderamente sui generis en el campo de la música tropical.
En el escenario es suave y carismático, a diferencia de otros vocalistas de salsa, lo que insufla a sus conciertos una atmósfera muy especial.
“Espero que mi música se convierta en una expresión de la cubanía”, concluye Delgado, “y que le traiga un mensaje de paz a todos los cubanos”.