Este año, al mismo tiempo que Rubén Blades recibía el Premio Grammy por su disco Tiempos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo designaba Embajador Internacional Contra el Racismo.
Mientras tanto, terminaba la preproducción de la primera película que hará la compañía productora de cine que ha creado.
La diversificación de su talento ha sido, por dos décadas, la constante del cantautor y actor panameño.
Su capacidad artística ha ido a la par de sus intereses humanos y la urgencia por influir en los asuntos sociopolíticos de su país.
Así como una vez logró organizar un partido y aspirar a la presidencia de Panamá, mientras actuaba, cantaba, componía y viajaba, ahora, en su misión contra el racismo, ofrece conferencias en las universidades de las ciudades donde canta en sus giras.
Y si se ha destacado como innovador de la música tropical, puede que con Tiempos aspire a desafiar la propia salsa que lo dio a conocer.
Diríamos que este disco pudiera ser el sonido postsalsa de Rubén Blades.
Sus reflexiones sobre la vida y la sociedad están en las letras, como siempre, de manera poética y pensada.
Pero la música tiene matices sorprendentes que lo alejan de sus otros trabajos. Al ritmo caribeño se une lo clásico y el folclore centro y suramericano.
Hay piano, violín y guitarra, pero también bombo, maraca y acordeón.
“Este trabajo implica una posible avenida para expresar música que no tenga que ver con las formas que tienen más importancia en el medio comercial, que es la salsa o los bailables”, explica Blades.
“Básicamente, quiero derrotar la noción de que la música puede solamente proyectarse en términos afrocubanos o afrocaribeños”, dijo.
“La noción de que como artista para tener oportunidad de trabajo debes hacer esa música”.
La intervención del trío costarricense Editus, que acompaña en el disco al grupo experimental de jazz de Blades, ha sido vital para lograr este sonido, y el músico no se cansa de ensalzar a estos jóvenes intérpretes y arreglistas que califica de excepcionales: Ricardo Ramírez (violín y piano), Edin Solis (guitarra y piano) y Carlos Tapado Vargas (percusión y piano).
El disco no es comercial, pero eso no es nuevo en Blades. Lo que sucede es que siempre a la larga sus trabajos no sólo gustan, sino que quedan como ejemplo.
“Si este disco no vende ahora, vamos a ver dentro de 10 años quién sigue vendiendo y quién no”.
Celia Cruz y Tito Puente presentaron una posición, y quedan porque fueron originales, sinceros y dieron calidad.
El resto va desapareciendo poco a poco.
Aunque se sabe diferente y se expresa contra el mercantilismo musical, el creador de Pedro Navaja encuentra méritos en los nuevos cantantes que muchos consideran fabricados.
“Uno tiene que agradecer que la participación de estos nuevos cantantes ha traído sangre nueva a la música en español”, dijo.
“Independientemente de la opinión que se tenga sobre estos cantantes, han atraído al público joven, yo no voy a quitarles el derecho de hacer lo suyo”.
En 1997, su disco La rosa de los vientos ganó el Grammy en la categoría tropical latino; Tiempos, su cuarto Grammy, acaba de ganar en pop latino, compitiendo con Luis Miguel, Juan Luis Guerra, Jaci Velázquez y el grupo Maná. Blades se rebela contra las categorías de la premiación y en su razonamiento muestra una mentalidad objetiva y justiciera.
“La inclusión en pop me hace competir con gente que considero ganadores en sus líneas”.
Ninguno de ellos perdería en su categoría. Entendido eso, no siento que le he ganado a nadie.
Me agrada recibir reconocimiento, no compito para perder; y me gusta que ese premio ayude a la expansión de horizontes en la música popular.
Pero a la misma vez no me gusta que se me presente como si estuviera ganándole a esta gente.
Ellos, porque no ganaron el premio, perdieron.
Eso me incomoda. En el fondo me parece que los premios encierran siempre injusticia.
Con la misma pasión con que trata la música o la justicia social, Blades hace una afirmación que define su actual meta: regresar a vivir en su país muy pronto.
Ya ha sentado las bases para hacerlo, empezando por la creación de su compañía cinematográfica que hará cine con letreros en otros idiomas, y el inicio de su primera producción con una red de distribución ayudada por la Internet.
“Cuando regrese a Panamá entraré en otra etapa de mi vida”, dice.
“Tendré un solo sitio para ser efectivo en distintas áreas. La inquietud nunca la voy a dejar, pero es absolutamente necesario que pueda hacerlo todo desde Panamá”.