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Olga en su mundo y en paz

Tota
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El itinerario estaba apretado. Pero Olga estaba tranquila. En sólo unas horas una nueva función le esperaba ante miles de parroquianos en un rincón de la Florida. Mas la artista no tenía prisa. En todo caso estaba en calma y presta para conversar sin límites.

Con paciencia posaba para el lente de los fotógrafos. Con el maquillaje exacto y un vestuario casual a la usanza juvenil, la estrella jugaba con su cabello mientras recibía a El Nuevo Día en la acogedora sala de su hogar.
“Mi casa es un territorio tan privado…”, advirtió con cierto recelo. Pero aún así, la intérprete no tuvo reparos en abrir las puertas de ese mundo “tan suyo” que acaba de establecer hace unos meses en el estado de la Florida.
“La gente habla de vacaciones y en seguida piensa en viajar y recorrer otros mundos. Yo, por el contrario, cuando hablo de dónde puedo pasar mis vacaciones rápido pienso en mi casa. Sé que hay quienes se ríen ante la idea. Pero es que yo nunca estoy aquí. Por eso es que este lugar es tan importante para mí”, apuntó la cantante.

Precisamente ese día Olga tenía casa llena. Sus padres, doña Carmen Gloria y don Pepe, acababan de llegar de Puerto Rico para compartir con ella y la tan mimada nieta, Gabriela González Tañón. Mientras la progenitora tomaba posesión de la cocina para hacer galas de esa sazón inigualable, don Pepe, con su aire campechano ocupaba su espacio en la mesa del comedor cual si fuera su virtual trono.

Entre tema y tema el patriarca de los Tañón conversó brevemente con nosotros de cosas sencillas. Hasta que salió a relucir la repercusión de su hija en el arte popular. Y allí sus palabras apenas le dieron para expresarse. Como quien reconoce que es mucho lo que se vive cuando se es padre de una figura pública de trascendencia, don Pepe miró alrededor y describió su sentir con un simple: “orgullo profundo”.

A unos pasos de su padre, Olga dividía su atención entre sonreír al lente y contestar preguntas sobre los detalles decorativos de su nuevo hogar. Ciertamente las obras de arte que la rodean están muy lejos de ser meros antojos snobistas. “Están aquí porque me gustan o porque me las han obsequiado”, indicó.

De igual manera, a preguntas sobre un imponente piano que capta la vista desde la entrada a su recibidor, la artista informó que proviene de la residencia del desaparecido modisto Versace. “Es un piano de 1897 que desde que lo vi me enamoré de él”. A lo que añadió que está en vías de llamar a unos técnicos para devolverle su capacidad funcional.

Dentro de todo ese marco, la decoración en el hogar de Olga Tañón es sobria. Inclusive, hay que indicar que es sumamente refrescante. A sus fanáticos podrá parecerle una paradoja, pero en la casa de “La Mujer de Fuego”, la decoración es la antítesis de esa energía fogosa que ella transmite en sus espectáculos.
Así, dominan en los colores los tonos pasteles, especialmente el crema. Y consciente o inconscientemente Olga ha logrado crear un ambiente en el que se percibe un aire de tranquilidad.

En torno a su mundo familiar es notable la tecnología en una amplia pantalla de televisión. Hay igualmente una sala de juegos para visitantes, capaz de liberarle el estrés a cualquiera. Y del mismo modo, el patio se divide en niveles, dominando en el centro una piscina con una cascada.
En la sala de estar cada tablilla es prueba representativa del mundo íntimo de Olga Tañón. Ciertamente el recién ganado Grammy, que la convirtió en la primera cantante femenina en Puerto Rico en ser merecedora de la presea, ocupa un lugar importante en el tablillero. Pero junto a él, los espacios restantes son para las fotos de amigos, familiares, compañeros artistas… Esto, claramente, sin obviar que el rostro que más predomina es el de su hija Gabriela.

Así, el sentido materno de esta cantante tropical se aprecia en las instantáneas que adornan los diversos rincones del nuevo hogar de la intérprete. Cual si fuera la galería de una madre orgullosa, Gabriela aparece en fotos casuales, con su progenitor, con los abuelos… Hasta en unas tomas que madre e hija, vestidas de época, se deben haber sacado en el departamento de fotografía de una multitienda de cualquier centro comercial.

Y Gabriela está presente más allá de las decenas de fotos. En una tarde familiar donde mamá tenía casa llena, la niña se mantenía inmersa en su mundo de juegos, atendida por Tata sin provocar molestias ni entorpecer el momento. Al simple saludo de un “hola Gabriela, cómo estás”, la niña respondió sencilla y sin aspavientos. Y de inmediato regresó a su mundo, mostrando orgullosa el abrigo con piedras de fantasía que le bordó mamá.

“Los otros días estuve filmando el programa de Cristina en Miami. Esa noche se desató una intensa tormenta de lluvia. Cuando me ofrecieron una limusina yo les pedí que me facilitaran una guagua porque hacía cuatro semanas que no veía a mi hija, y quería venir a visitarla. Salí de grabar el show de Cristina directo para mi casa. Y en el camino lo único que hacía era llamar a la nena para advertirle: ´Gabriela, mamá está llegando´. Y así me la pasé llorando hasta llegar a casa”, recordó la artista.
Con la ubicación de Gabriela en el plano preferencial de su vida, en su nueva residencia Olga ha sabido complementar el espacio familiar con el profesional. Mientras hay una habitación de juegos para su niña, la artista ya tiene un gimnasio privado que le permite cumplir con sus rutinas de ejercicios, así como está completando un cuarto de música donde se concentrará en cultivar su arte.

Sin embargo, de todos los rincones que tiene en su casa, hay uno que no tiene precio para la cantante. Se trata de un pequeño muelle frente al lago que da hacia su patio que le sirve de punto de meditación y es filtro para su espíritu.

“Cada atardecer hago ´pop corn´ y me voy con Gabriela a echarle comida a las aves y a despedir el sol”, relataba mientras caminaba por el puente de madera que va desde el muelle hasta el patio de su residencia.
“Fíjate, hay mucha gente que me dice, ´yo estoy entregado a la religión y yo no tengo problema con eso´. Pero yo no conocí a Papa Dios ayer. Si yo no hubiera tenido a Dios en mi corazón yo no hubiera podido llegar hasta donde estoy hoy. Por eso le doy gracias a El que me ha permitido experimentar lo que es el sentido del perdón; eso de echar pa´lante y olvidar. Y aunque sé que hay mucha gente que se extraña, por ejemplo, del tipo de relación que yo tengo con el papá de Gabriela, lo importante es saberse llevar con la gente. Porque pa´ algo es la vida. Aparte de cantar, bailar y disfrutar yo tengo que crecer como ser humano. Y aprender del corazón”, acotó.

“Yo quiero que la gente sepa que estoy en paz. Quiero que sepa que estoy trabajando mucho. Y que sí… también me siento la mujer más feliz del mundo”, concluyó diciendo la cantante boricua de mayor proyección internacional.

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