
“Mundo”, la nueva producción de Rubén Blades, es un claro ejemplo de lo anterior.
Más que un experimento musical dentro de su prolífica carrera que ya se extiende por cuatro décadas, “Mundo” es un riesgo calculado para el artista panameño y una apuesta a lo que se perfila como un futuro musical marcado por la fusión de ritmos de diversas latitudes del planeta.
“Yo soy un ciudadano, no de Atenas o de Grecia, sino del mundo”, dijo alguna vez el filósofo Sócrates, y ésa básicamente es la tesis fundamental detrás de “Mundo”, disco en el que Rubén Blades, junto a un reparto de músicos de lujo encabezado por el conjunto costarricense Editus, incorpora sonidos de Europa, Oriente Medio, Asia, África, Centro y Suramérica, todo sin olvidar los ritmos caribeños como el guagancó y el son cubano.
“La tierra no fue originalmente creada con divisiones políticas. La naturaleza ignora dónde comienza o termina un país. El espíritu es universal. La vida proviene de una fuente común”, indica Blades en la introducción del disco compuesto por 14 temas.
Abre su propuesta la canción “Estampa”, en cuya letra reafirma la igualdad de los seres humanos por compartir un origen común, no importa su lugar de nacimiento, su sexo o color de piel. Destacan aquí el tresista boricua Nelson González, así como los percusionistas Bobby Allende y Marc “Timbalito” Quiñones.
Con canciones como “Estampa”, al igual que en temas como “First Circle”, “Primigenio”, “Jiri Son Bali” y “La ruta”, Blades trata de demostrar que en el mundo de la música no hay cabida para el cuento de la Torre de Babel, sino que es posible establecer un idioma común en el que las diferencias étnicas y rítmicas enriquecen el lenguaje musical.
Contrario a su disco anterior, “Tiempos”, en el que Rubén Blades afirmaba que “este disco no lo escribí: lo parí”, en referencia a lo doloroso del proceso de creación –atravesaba por un divorcio–, “Mundo” es un disco revestido de colorido, en el que se percibe un mensaje de esperanza y unidad.
También hay espacio para la canción de amor, aunque desde una óptica distinta. En “Ella”, Blades habla sobre “la dificultad que encuentra un hombre en aceptar el apoyo y amor que le ofrece una mujer”, mientras en “El capitán y la sirena”, cuenta la historia de un amor que parece imposible, pero que lucha por superar las dudas.
En “Sebastián” encontramos a Blades en lo que mejor sabe hacer: contar historias. Y la historia de “Sebastián” es particularmente hermosa, pues trata sobre un loco que se ha inventado una novia imaginaria por la que entrega todo a cambio de su amor. Aquí el arreglo es una muestra de la fusión que impera en el disco en la que se intercala el sonido de la gaita escocesa del músico Eric Rigler, con la percusión y el arreglo de voces del grupo brasileño Boca Livre.
Otro tema de gran emotividad en el álbum es “Parao!”, inspirado en el libro “Bury Me Standing” de Isabel Fonseca cuyo argumento, según Blades, es “una crónica de la desesperada situación de los gitanos en Europa Oriental y de la persecución que han sufrido desde el siglo XV”.
La canción es un grito de libertad y respeto, así como un canto a todos los que han vivido con la frente en alto y arropados por el manto de la dignidad ante la intolerancia. Otra vez, como tantas veces en su carrera, el llamado “Poeta de la Salsa” les da voz a los desprotegidos del planeta.
Completan el disco “Danny Boy”, “Bochinches” –en la que Blades se sumerge en el canto flamenco con resultados aceptables–, “Como nosotros”, “Consideración” y la cadenciosa “A San Patricio”, con la participación especial del álter ego de Blades, Medoro Madera.
También hacen una aportación valiosísima al disco el grupo De Boca en Boca y la cantante Luba Mason, entre otros.
“Mundo” es un disco redondo, sin debilidades, en el que se le presta igual atención tanto a la letra como a la música.
Una propuesta difícil de encasillar dentro de un género, pero fácil de apreciar por su calidad lírica y su variedad rítmica. En fin, un verdadero clásico dentro de la amplia discografía de Rubén Blades.