
“Uno va creciendo y tomando conciencia de las injusticias que se cometen. El hecho de haberme casado con Xiomara Acuña, una mujer muy inteligente, me ha ayudado a reflexionar sobre lo que es el puertorriqueño. Somos seres especiales independientemente de la influencia que ha ejercido Estados Unidos, país que admiro mucho.
A pesar de su influencia, el puertorriqueño sigue siendo puertorriqueño y nacionalista”, explicó a El Nuevo Día.
Andy reconoce que la extensión territorial de la Isla es limitada, pero opinó que el recurso humano constituye su mayor y más grande riqueza. Recordó que nuestros músicos, atletas, cantantes y profesionales son tan competentes y talentosos como los de Estados Unidos y Europa.
“Yo quisiera que mi país sea libre porque sus seres humanos tienen la capacidad y el valor para poder competir de tú a tú con cualquier país del mundo. El recurso humano de Puerto Rico es inmenso. Tenemos mucho talento y la capacidad intelectual para ser autónomos y dirigir nuestro propio destino”.
Reveló que ha recibido acercamientos del liderato del Partido Independentista Puertorriqueño para incursionar en la política activa. Aunque no descarta aspirar algún día a un escaño en la Cámara de Representantes o en el Senado, prefiere continuar promoviendo el diálogo y la unidad mediante su mejor discurso: la salsa.
“Se me han acercado personas para que entre a la política. Me parece que hay mucho que se puede hacer desde afuera. Quien sabe… pero creo que es mejor desde mi posición. La gente que me quiere es de todos los partidos políticos. No me he sentido rechazado por nadie”.
En Miami, sin embargo, aún tiene que lidiar con el desprecio y la intolerancia de un sector de los cubanos del exilio. Por abrazar al cantautor cubano Silvio Rodríguez, Andy fue boicoteado por los organizadores del Festival de la Calle 8 y por algunas radioemisoras que excluyeron su música de sus programaciones.
“Washington le otorgó la visa a Silvio y lo autorizó a venir a Puerto Rico. Y, sin embargo, yo no lo podía abrazar. Han pasado los años y voy mucho a Orlando. Lo que prometí es que jamás tocaré en la Calle 8. Quizás lo haga en la Calle 7 ó en la 9, pero no hay dinero en el mundo que pague mi regreso a la Calle 8. Andy Montañez aprendió a amar la patria desde los días en que caminaba descalzo por su querido barrio Tras Talleres de Santurce. Allí, mientras doña Celina y don Andrés trabajaban duro por su familia, comprendió que la libertad primero se acaricia en sueños y después se suda con dignidad