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Apoteósico recorrido por la nostalgia salsera ; willie y Ruben Blades

Tota
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La salsa necesitaba urgentemente de un concierto como el que Willie Colón y Rubén Blades ofrecieron el sábado en el estadio Hiram Bithorn. Un concierto elocuente que, entre canción y canción, recordara que el futuro de la expresión depende de la receptividad de los exponentes contemporáneos a los dramas de la vida.

Un concierto que, al pulso de una sección rítmica aplastante, un montuno demoledor y de unos trombones violentos, permitiese que la orquesta manifestara con su ejecución lo que un cantante no puede expresar con palabras.

El repertorio de Metiendo mano, Siembra y Canciones del solar de los aburridos sigue narrando, 25 años después, lo que no dice la salsa romántica de hoy. Por eso no ha perdido actualidad. Los relatos de la espiritista que lee las barajas, del criminal nocturno que se escurre por los callejones al acecho de su próxima víctima, del estafador, del amante incapaz de arrancarse del alma una pena de amor y del indio explotado plantación adentro se repiten por doquier y, ante la inexistencia de una nueva crónica salsera, no pierden su frescura y originalidad.

Así, “Siembra… 25 años después”, resultó un espectáculo memorable. Aunque técnicamente César Sainz y Ariel Rivas presentaron una producción mediocre (el sonido fue pobre y los tiros de cámaras proyectados en las pantallas de vídeo fluyeron sin sincronización), conceptual y artísticamente Willie y Rubén la compensaron interpretando durante casi tres horas un repertorio selecto.

No empece a la errática lectura de algunos arreglos, reciprocaron con creces al pueblo que el sábado se tomó la molestia de recordar el segundo lustro de los 70, época en que usó la conciencia y que 25 años después, gracias a su militancia, demuestra que aún la tiene despierta y viva.
El concierto, según supo este redactor, fue grabado.

El pueblo se merece el disco. Y Willie y Rubén también, porque desde 1982, el año de La última pelea, no colaboraban en un proyecto con la química, el celo y el entusiasmo que demostraron el sábado. Cierto es que en 1994 se presentaron aquí en una producción de Papo Coss y varios años después en el Madison Square Garden y el coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, pero con Willie Colón como invitado y sin participación ni poder de decisión sobre la dirección musical.

El sábado, Willie dirigió y el pianista Ennio Gatti lo asistió. Y su olfato para identificar lo que le gusta a la gente fue ratificado cuando cambió los papeles y en los mambos de La maleta y Plantación adentro condujo a los trombonistas Ozzie Meléndez, Luis Bonilla y José Dávila a las moñas callejeras e hirientes de su época con Héctor Lavoe, cuyo modelo inspiró de la “trombanga” de Mon y de los ataques de Barry Rogers con La Perfecta de Eddie Palmieri.

Moralmente, Willie estaba obligado a cantarle a Lavoe y, sin embargo, tuvo la deferencia de depositar en Rubén los papeles de La murga panameña antes de saludar la memoria de El Cantante con un medley arrollador de La banda, Periódico de ayer, El Todopoderoso y El cantante.

Consumado el tributo póstumo, Colón y Blades continuaron su recorrido por la nostalgia, deleitando con sus vocalizaciones a dúo y las rutinas dramáticas de Madame Kalalú, Ligia Elena y Pedro Navaja.

“Siembra… 25 años después”, incluso, puso en perspectiva la enorme aportación de Willie Colón a la salsa. Aunque conoce la herencia del son montuno y el cachachá, el saldo de sus producciones con Héctor, Rubén, Mon Rivera, Celia, Sophy, Soledad Bravo e Ismael Miranda rompe con el esquema afrocubano, formulando un sonido salsero netamente puertorriqueño enriquecido a veces con armonías y elementos rítmicos del Brasil, Venezuela, México, Colombia y Panamá.

Es triste, con lo mucho que podría aportar a la salsa (su trabajo en Talento de televisión y Caer en gracia del cd Tras la tormenta así lo sustentan), que se encuentre prácticamente retirado del mundo del disco.

Quizás la magia y las emociones compartidas el sábado con Rubén lo motiven a regresar al estudio para recoger la cosecha con el cantautor panameño o con Domingo Quiñones, quien reconfirmó que tiene el potencial de cultivar con credibilidad e ingenio el folclor urbano.

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