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El pianista cubano Chucho Valdés asombra en Los Angeles

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Fueron lances polirítmicos improvisados y precisos de un eximio picaflor musical caribeño que enamoró a su piano con su versatilidad y genialidad, seduciéndolo con boleros, mambos, y guajiras.

Pero cualquiera pensaría que el concierto ofrecido por el pianista cubano Jesús “Chucho” Valdés cae en la categoría de Latin Jazz.

Sólo fueron nueve temas los que interpretó en una hora junto al saxofonista Joe Lovano y un trío de acompañantes, pero pareció que fue suficiente como para dejar más que admirados a muchos de los estudiantes y aficionados de jazz que asistieron al Auditorio Bovard, en la Universidad del Sur de California.

Y no sólo porque Valdés sea uno de los mejores pianistas de jazz vivos en el mundo, sino porque cualquiera que lo oye, aunque lo haya escuchado antes, no puede evitar sentirse sobrecogido por la asombrosa realidad que deleita sus oídos.

Desde su silla, Valdés dirigió en la noche del viernes a sus tres acompañantes desde el primer tema, Siete por cuatro, donde el baterista Ramsés Manuel Rodríguez Bazalt y el conguero Yaroldy

El pianista cubano Chucho Valdés asombra en Los Angeles

Desde su silla, Valdés dirigió en la noche del viernes a sus tres acompañantes desde el primer tema, Siete por cuatro, donde el baterista Ramsés Manuel Rodríguez Bazalt y el conguero Yaroldy Abreu Robles mostraron su primera improvisación.

Durante todo el concierto, Valdés demostró los muchos estilos jazzisticos que domina, filtrándolos a través de su sus raíces musicales cubanas.

El cofundador de la orquesta Irakere, que transformó la escena jazzista y popular en Cuba a partir de los años setenta, dejó salir esos torrentes de notas que por ratos parecieron conatos de percusión en el teclado, una de sus características más geniales.

Fue a partir del segundo tema, La Comparsa, que el piano reconoció todos los dedos de Valdés. Los ritmos marcados con su mano izquierda encontraron en su diestra la contraparte ideal para intercambiar delicadas texturas musicales que a ratos estallaron cual desahogos auditivos.

Así prosiguió con interpretaciones de las canciones populares “Bésame Mucho”, y “Drume Negrita”, interpretados por su hermana Mayra Caridad Valdés Rodríguez.

Durante la interpretación de esta segunda canción, de Ernesto Grenet, el pianista se levantó, sacó un pañuelo rojo y bailó breve y efusivamente con su hermana.

Lovano se agregó al concierto a partir del quinto tema, Poinciana. En el siguiente tema, Mambo influenciado, del álbum Lucumi, Lovano y el conguero intercambiaron improvisaciones muy sueltas y acertadas.

Las interpretaciones del pianista fueron una avalancha de ideas poliritmicas que convergieron armoniosamente en apasionadas notas versátiles. Por momentos tuvieron la frescura del Caribe y por ratos parecieron descifrar la complejidad de los miedos urbanos. Todo con solo un piano y sin perder el ritmo.

Quizás la pieza más celebrada fue la siguiente, Nanu, tema tan romántico que el vacío pareció reinar en el auditorio repleto de gente, excepto entre las parejas.

Como siempre, Valdés pareció preferir que la improvisación definiera una buena parte de su presentación, tal como lo ha hecho en su trayectoria musical de más de 30 años.

Finalizado la octava y última pieza, y después de acostumbrarse a la energía asombrosa del pianista, los asistentes parecieron salir de su asombro y pidieron a los músicos que regresen al escenario.

El concierto termino con Saint Joe, tema escrito por Valdés para Lovano en el que el baterista se lucio momentáneamente.

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