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Renace la ´big-band´ con la Tropicana

Tota
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Ha pasado poco tiempo desde que la Orquesta Tropicana All Stars hizo su debut en mayo pasado. Pero no ha sido en vano, como pudieron comprobar el viernes quienes llenaron el Tropigala para verla de nuevo, esta vez con un invitado muy especial, Generoso Jiménez –ese mismo: el de “Generoso, que bueno toca usted´´–, arreglista y trombonista de la banda del Bárbaro del Ritmo en aquella década prodigiosa de la música cubana que fueron los años 50.

Diecinueve músicos, un director –atril que han ocupado antes Juan Pablo Torres y Germán Piferrer, y que llenó el viernes Leonardo Timor Sr.–; un solista, Israel Kantor, y Juanito Márquez como director musical junto a Torres y Piferrer, todos reunidos por el empresario Recaredo Gutiérrez en abierto desafío a la idea de que las big-bands pasaron de moda. Sean cuales sean las razones, el caso es que se nota no sólo el ya pulido ensemble de un grupo de músicos asociados durante varios meses a un mismo proyecto, sino también el ajuste del diapasón orquestal a la voz de Kantor, lo suficientemente vigorosa para salir a flote sin que fuera necesario acallar demasiado la exuberancia de los metales y los latidos de la percusión.

A Jiménez, recién llegado de Cuba, se unía Alfredo ´´Chocolate´´ Armenteros, primo de Beny Moré y trompetista de su banda. Y para hacer un par de dúos con Kantor, allí estaba otra vez Roberto Torres, que se dejó escuchar mejor en Mucho corazón que en Perdón, en la que apagaba líneas como ´´…de mi única ilusión…´´. Kantor, como de costumbre, estaba brillante, a veces demasiado.

Hizo maravillas en Francisco Guayabal, el clásico de Pío Leyva popularizado por Beny; en Siguaraya –cuyo formidable arreglo acentúa el lado rítmico sin escatimar el color de los metales–, y Santa Isabel de las Lajas, escogida para abrir la noche. Inmediatamente después, sin embargo, en Hoy como ayer, subió excesivamente al llegar a ´´…jamaaaás…´´, como si creyera necesario acuñar con alardes vocales su manera de decir ese blasón del Beny. Debe haber otra forma de ponerle sello particular a una versión de Hoy como ayer que no sea salpicarla de puro virtuosismo.

Hacerlo desnaturaliza ese mambo, cuya interpretación debe ser un fin y no un medio para el intérprete. Las variaciones le quedaron mejor a Kantor en Maracaibo oriental, cuando marcaba arriba y abajo los finales de ´Pa´ que tú lo bailes, para que lo goces…´´ con la libertad propia de quien de veras se ha apropiado de la pieza.

Camarera de mi amor, la número 11 de la noche, dio entrada a Generoso Jiménez. Tocó el trombón sin subir mucho, como corresponde a unos pulmones de octogenario, pero floreando en pleno control del instrumento. Fue una pena que no hubiese empezado antes y se hubiera extendido más el solo-compartido que al final del concierto tuvieron él y Chocolate.

Es una feliz coincidencia que sea una orquesta formada en memoria de Beny Moré la que abra un espacio estable para músicos cubanos prácticamente errantes. Esa misma orquesta le ha dado un lugar permanente en el panorama musical de Miami a figuras excepcionales como Juanito Márquez, y le ha hecho justicia a un sonero de la talla de Israel Kantor. Es también Tropicana All Stars la que aquí, en Miami, le rinde un homenaje largamente merecido a Jiménez, al que no había tocado en suerte ser ´´descubierto´´ por un productor extranjero en Cuba.

A partir de ahora la orquesta debería buscar nuevos retos. Podría, por ejemplo, abrir una convocatoria-concurso para compositores dispuestos a ensayar una renovación experimental de la música cubana a partir del punto en que la dejaron las big-bands, con la ventaja de tener acceso a las sonoridades del siglo XXI y al patrimonio de afluentes como la salsa, Irakere, la timba y Chico O´Farril. Sería un error creer que Buenavista Social Club era la única veta explotable de la música cubana. En última instancia, la onda retro viene muy bien, sobre todo cuando abunda la mala memoria. Y ésta sería retronovadora.

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