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Tite Curet Alonso recibe un emotivo adiós

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Bajo un cántico de protesta hacia el Gobierno municipal de San Juan por tener a media asta las banderas de la casa alcaldía, el cuerpo del laureado compositor Tite Curet Alonso inició su recorrido hacia su última morada en el cementerio Santa María Magdalena de Pazzis, del Viejo San Juan.

Tras la emotiva ceremonia que se elevó en su honor en la sala capitular “Felisa Rincón”, los fieles seguidores y el pueblo que creció escuchando las melodías que plasmaban su orgullo por la negritud aguardó en la Plaza de Armas, en donde el compositor disfrutaba pasar sus ratos de ocio, para iniciar una caminata hasta el cementerio al ritmo de bomba y plena.

Las letras de bomba que decorarían el último recorrido de Tite Curet Alonso se transformaron en aires de protesta cuando el público que aguardaba que el cuerpo fuera sacado de la casa capitular hacia el coche fúnebre se percató de que las enseñas estaban en el tope de sus mástiles.
“Bajen las banderas/ bajen las banderas/ bajen las banderas porque Tite lo merecía”, fue el ritmo que, en el tono de la plena “Cortaron a Elena”, se apoderó de la molesta multitud.

La ágil gestión de los coristas y pleneros que entonaron el estribillo hizo que, segundos antes de partir, las banderas se bajaran a media asta lo que arrancó aplausos.
Inició el recorrido. A las 3:30 de la tarde de ayer, lunes, un coche con flores para Tite encabezaba la caminata en la que nunca deambuló el silencio. Pleneros, amigos de Barrio Obrero, elevaban lo mejor de sus ritmos para que el compositor disfrutara de su adorado compás negroide durante su camino final por las antiguas calles capitalinas.

Turistas se confundían entre la gente y avanzaban a sacar sus cámaras de sus mochilas para capturar el emotivo entierro. Boricuas hacían lo mismo, aunque las cámaras eran reemplazadas por enormes banderas puertorriqueñas y carteles de adiós al poeta del pueblo.
“Maestro, Dios te bendiga”, gritaba más de uno cuando el coche fúnebre pasaba por su lado y lanzaban claveles para demostrar su duelo ante esta pérdida.

Pero faltaba algo más: la cercanía que Tite acostumbraba tener con su gente aún no se percibía. El coche fúnebre, que transitaba por la calle del Cristo, fue detenido a la altura de la plaza San José a petición de los caminantes para solicitar un mayor contacto con el músico.
Un grupo de amigos sacó del coche el féretro entre aplausos del gentío y continuó la travesía con los restos del aclamado compositor sobre sus hombros. Fuertemente abrazados iban sus familiares, entre ellos su hija Angie Curet, acompañada del periodista Noel Cruz, gran amigo de Tite.

El fuerte sol que azotaba la tarde se apaciguó cuando el féretro con los restos de Tite entró al cementerio. Los seguidores de este peregrinaje se arremolinaron bajo una carpa adyacente a la tumba en donde varias figuras darían su último adiós al maestro de la tradición.

El padre Ricardo Gerena, de la Catedral de San Juan, inició con los testimonios e invitó a los pleneros a unirse con su música a los cánticos religiosos. Tony Croatto, Tommy Olivencia, Raúl Bernard, Richie Viera, William Cepeda y Cheo Feliciano, entre otros, se dirigieron en la despedida, conducida por el periodista Noel Cruz.

Apartado de los protocolos y clamando por un adiós al estilo de Tite Curet Alonso, Rubén Blades y Charlie Aponte, del Gran Combo de Puerto Rico, se unieron a pleneros para entonar varios ritmos al borde de la tumba que recibiría el cuerpo, creando una especie de ceremonia paralela.
Ante la mirada del público de todas las edades, que también arropó las murallas que bordean el camposanto, los pleneros gritaban: “Vamo´ a la plena”, en protesta al extenso protocolo que se realizaba en la carpa.

Lo amplio de esta ceremonia se sumó al calor de la tarde provocando el desplome del licenciado Vitín Ramos Acevedo, quien despedía el duelo, causando revuelo entre los asistentes.

Tite Curet Alonso se desprendió de su gente a las 5:15 de la tarde. A esta hora, su cuerpo vio la oscuridad del panteón, en cuyas paredes aún retumbaban los ritmos de las plenas, tambores y los bongóes.

“Que viva el maestro”; “Adiós, Tite”; “Tu música se queda entre nosotros”, fueron los últimos gritos que escucharon mientras su féretro aún recibía flores, en el descenso a la fosa, lanzadas por sus “caras lindas”.

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