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Festival de la Bomba y plena a todo dar en Piñones

Tota
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El amigo fotógrafo me lo confirmó. Desde el mediodía hasta la medianoche, los tambores volvieron a sonar en Piñones. Fue el 19 de diciembre, un domingo de temporada de Adviento cuando se celebró el 31er Festival de Bomba y Plena. El pueblo tomó la calle para confirmar que cuando suena un tambor bomba se olvidan las clases, los colores y las diferencias políticas.

En esta edición del festival concurrieron grupos de baile y conjuntos musicales que a lo largo de los años ya son asiduos participantes de este particular junte y otros que fueron invitados por primera vez al mismo. La tarde y la noche del domingo se llenaron de acordes con el marcar de pasos de bomba del Ballet Folklórico de Piñones y la música de Los Pleneros de la 23 Abajo. Con los pleneros estaba Papo Chin, quien aprovechando sus vacaciones navideñas en la Isla, interpretó la música de Marcial Reyes. ¿Quién no cantó el coro: “Puerto Rico, Puerto Rico es mi tierra. No la cambio por ninguna, aunque me paguen un capital”.

Después de los Pleneros sonó el ritmo sureño de Bomplené. Su cantante Fernando Torres hizo gala de la música que los ha caracterizado y que después de muchos años se grabará en un disco compacto. Los Pleneros de la Fe, de Johnny el Bravo, aportaron el toque espiritual de la tarde. Una adaptación de una famosa plena expresó el deseo de que la salvación llegue con Cristo. Atabal apareció entrada la tarde y como parte de la celebración de su vigésimo aniversario debutaron como participantes del festival.

Plena, bomba, son cubano y la gente se lanzó a la 187 a bailar. Bailó to´ el mundo, en especial Chuco Quintero, que quedó renovado de tanto hincar el pie.

Truco y Zaperoco, los nominados a un Grammy el año pasado, se alzaron en la tarima con su Señora Plena y alguna María Luisa. El Ballet de los Hermanos Cepeda llegó y confirmó que el baile de bomba se crece con el intercambio entre tocador y bailador. Continuó la música de este encuentro con Tito Matos con su Viento de Agua y su bajo hecho de un baño de ropa. Asombraba la gran resonancia obtenida con un cordel amarrado a un palo, que traía ecos de los encuentros entre negros cangrejeros a la luz de alguna luna llena. Cerró este acto de levantamiento de pies, movimientos de esqueletos y despojos, la presencia de William Cepeda y su Afrorican Jazz. Con él subió Nelly Negrón, quien tras la declamación de un poema, llenó su diafragma de aires marinos para entonar cantos que fusionaban el gospel, los cantos de liberación de los negros esclavos de los Estados Unidos, con la bomba boricua.

Más de 2,000 personas compartieron bajo un mismo sol y un cielo nocturno lleno de olores de cáscaras de coco quemadas para prender el burén. Se juntaron, volvió a decir el amigo, negros, blancos, mulatos, grandes y chicos.

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