
Acompañado por Juanito Márquez, Generoso ocupó un puesto al frente de la Tropicana All Stars en el Cabaret Tropigala, del Hotel Fontainebleau Hilton, en Miami Beach. La abultada lista de figuras invitadas iba desde el bajista Israel ´´Cachao´´ López hasta el cantante Carlos Manuel, pasando por Maggie Carlés y Luis Nodal, el flautista Néstor Torres, el violinista Alfredo de la Fe, Seve Matamoros, Nelson Llompart –que hace coros en la orquesta– y el percusionista Cándido Camero. Eso, sin contar al solista de plantilla, Israel Kantor.
´´No hay cama pa´tanta gente´´, habría gritado el Gran Combo.
Lo más triste es que, igual que en el número de Víctor Morales, la lista de nombres resulta impresionante. Quizás no está del todo mal la idea de un concierto donde se reúna tal variedad de intérpretes, pero entonces son imprescindibles tantos ensayos como hagan falta para que, al abrir las cortinas, el espectáculo fluya y la orquesta se sienta cómoda con cada solista, así sea flautista o cantante.
Mucho más si, de entrada, el presentador va a pedir la colaboración del público porque se están haciendo grabaciones de video y sonido, como ocurrió el viernes.
El tercer número de la noche llegó en la voz de Carlos Manuel con una Inolvidable subida de tonos muy personales, memorable a su manera, como para que no le digan más que se parece al mexicano Luis Miguel cuando canta ese bolero de Julio Gutiérrez. De ahí saltó a Arsenio Rodríguez y fue aún más lejos con La vida es un sueño, ayudado por un formidable arreglo que rumbeaba el final con pases de comparsa, dándole a la parte instrumental el sentido que Arsenio dio al texto. Pasó rápido por el escenario del Tropigala, pero con la intensidad suficiente para despertar en el público los deseos de que siguiera cantando.
Gracias a ese sentido de rigor escénico que no logra disimular, ni siquiera cuando se sale del programa, Néstor Torres hizo algo más que charanguear con la flauta: fue atando algunos cabos sueltos del espectáculo en los momentos en que le tocó salir, y hasta improvisó un solo en proscenio para llenar el hueco causado por quién sabe qué dislate (y éste no fue el único).
Al violinista Alfredo de la Fe parecía que no iba a alcanzarle el escenario para moverse todo lo que hubiese querido su euforia, y Cachao y Cándido Camero tocaron como corresponde a dos maestros que ya están de vuelta.
La encomiable intención de darle a Generoso Jiménez una relevancia acorde con su prestigio se vio ensombrecida en la práctica. De frente a su atril, el octogenario trombonista miraba por momentos a un lado y otro, tratando de atajar con ademanes nobles a una orquesta que escapaba a su control. No es que fuese incapaz de dirigirla: es que, evidentemente, los músicos nunca llegaron a acostumbrarse a él en los ensayos.
Para que rinda frutos ante el público, el genuino interés del empresario Recaredo Gutiérrez de subrayar la grandeza del arreglista de Beny Moré debe ir acompañado de un mayor cuidado en la preparación del concierto. Por lo demás, que haya Tropicana All Stars para rato.