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Electriza al público Oscar D’León

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No son muchos los salseros capaces de desplegar la energía que Oscar D’León vierte sobre el escenario.

El Bajo Danzante de Venezuela transpira salsa. A los 62 años, parece más una máquina musical que al ser activada se desboca en un derroche de sabor. Cada canción fluye con pasmosa naturalidad y rapidez, dependiendo sus músicos de códigos tan sencillos como un gesto o movimiento del torso para descifrar cada paso en el desarrollo de sus espectáculos.

No se recuerda otro cantante que, en la tradición vocal de los grandes soneros cubanos, pueda cantar e improvisar, bailar y tocar el contrabajo como D’León.

Por segunda ocasión en su carrera, el sábado el “Oscar de la Salsa” estremeció la Sala de Festivales de Bellas Artes con un electrizante concierto que incorporó al público de sus butacas para bailar y marcar la clave.

No hay duda de que D’León sigue siendo el cantante más excitante del género. Un entertainer y un showman que sólo depende de su brillante voz, de un repertorio profundo y del respaldo de una orquesta ensayada a la perfección, como la que le acompañó en la presentación “Gracias Puerto Rico”.

Su regreso al teatro más prestigioso del País resultó un reconocimiento a la música popular puertorriqueña. Sus tributos a Ramito e Ismael Rivera, su homenaje al Sexteto Borinquen de Mario Hernández, su interpretación de En mi viejo San Juan y la invitación a la trovadora Victoria Sanabria sustentan el respeto, el orgullo y la admiración que D’León profesa por nuestros valores culturales.

En sintonía con el sentimiento del pueblo puertorriqueño, ningún artista del extranjero le había cantado a Borinquen como Oscar D’León. Con La murga evocó al Jibarito de Machuelitos, Héctor Lavoe. Tras unirse a la pena que embarga a Puerto Rico tras los recientes fallecimientos de Junior Soto, Teo Cruz, Jessie Colón y Mario Cora, entonó la balada Cuando un amigo se va. Después de cantar Julia, reconoció a El Gran Combo como “la orquesta más grande de Puerto Rico”.

Pero su reconocimiento al legado musical de la Isla del Encanto alcanzó su punto más dramático con la presencia del Sexteto Borinquen de Mario Hernández. A pesar de que en este segmento fue evidente la falta de ensayo, Oscar disfrutó cantando junto a Mario e Ignacio Caraballo en la guaracha Cógelo suave, el bolero Mi único amor y el clásico En mi viejo San Juan de Noel Estrada, cuya letra leyó para no equivocarse.

Su saludo a la colonia dominicana con Linda Quisqueya desembocó en el contagioso merengue Juanita Morel.

En Se necesita rumbero presentó a Domingo Quiñones, a quien el soberano recibió con un fuerte aplauso. La intervención del “Más que Canta”, contrario a lo anunciado por el promotor Edwin Montañez, se limitó a varios soneos.

En Mi bajo y yo tomó prestado el instrumento de Edwin Morales, director de La Mulenze y a quien invitó a la tarima en la interpretación que dedicó a Eddie Pérez, el saxofonista alto de El Gran Combo, presente en la función.

En El derecho de nacer, composición de Flor Morales Ramos “Ramito”, cantó con Victoria Sanabria, alcanzando el espectáculo su punto culminante, no sólo por el discurso en contra del aborto, sino por su amistosa y picante “tiraera” en los soneos.

Después de cantar con su hijo Yorman la canción Padre e hijo, recordó a la inolvidable Celia Cruz con un fragmento a capella de Bemba colorá, a cuyo montuno se unió la orquesta.

“Yo le dije a la Negra: ‘si yo muero primero, tú cantas algo mío y si tú mueres primero, yo canto algo tuyo’”, dijo D’León, en las postrimerías del concierto “Gracias Puerto Rico”, una puesta en escena sencilla en que, a través de una treintena de canciones, el Sonero del Mundo demostró que es un digno embajador de la salsa.

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