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Olga Tañon y Marc Anthony a altas temperaturas en Caracas

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Ni siquiera la lluvia tempranera pudo empañar _ni empapar_ el baño de pasión, salsa, merengue y ritmos latinos que las dos estrellas tenían programado brindar ayer a las treinta mil personas que se dieron cita en el Estadio de Beisbol de la Universidad Central de Venezuela.

Ni siquiera el desafuero de unos cuantos agentes de la Policía Metropolitana que, con la excusa de permitir más rápido el acceso, se dieron a la tarea de cobrar cinco mil bolívares a los más incautos; pudo hacer sombra a la gran cita de la temporada.

Mal trago que sólo el hechizo musical conjurado primero por Olga Tañón y luego por Marc Anthony y su inigualable banda pasaría a formar parte del anecdotario negativo del show Juntos en concierto.

A las 8 en punto, tal como había sido fijado por los productores del evento, Olga Tañón salió entonces al escenario. De pantalón azul cielo, blusa blanca, bandana azul atada a la cabeza, y bandera tricolor en mano, entró cantando las notas de Venezuela, tema que compusiera Pablo Herrero y José Luis Armenteros, y con el cual logró meter sentimentalmente a todos en un bolsillo.

Mujer de fuego que ha probado ser sobre las tablas, Tañón no tardó en encender e incendiar al público con una seguidilla de canciones que comenzó con Bandolero, el primer sencillo de su nueva producción discográfica, una dura descarga contra la infidelidad masculina y un lamento de despecho que en pocas semanas se ha convertido en verdadero himno feminista.

La seguidilla continuó con Cuando tú no estás, sin duda alguna de sus piezas más populares, y en la que se hizo acompañar de uno de los invitados internacionales del evento: Mickey Perfecto, el rapero, el danzarín de la música urbana, que bien que demuestra ser un experto en combinar el hip hop con los ritmos tropicales.

Apenas el comienzo, pues Olga Tañón, simpaticaza, de origen puertorriqueño, aunque de alma latina bañada por el Caribe, tan sólo entonces comenzaría a mover sus caderas, a agitar manos y piernas, a recorrer de un lado a otro la tarima y, por supuesto, a descargar uno tras otro sus canciones-éxito.

“Estoy supercontenta de estar con mi familia venezolana”, fueron sus primeras palabras cantadas, emotivas, con las cuales arrancó gritos y ayayays, pero apenas como preludio de un trío de temas que pondrían a más de uno a voltear a su lado para extender la invitación al baile sabroso de las caderas. Primero a ritmo de Así es la vida, luego de Cómo olvidar y, más tarde, de Presencié tu amor. Un subidón de energía, glucosa y adrenalina que, cual pastilla contra la tensión, sólo pudo ser controlado con la salida de Tañón de la escena.

Para regresar a los pocos minutos con nuevo vestuario: esta vez falda hindú, blusa azul aguamarina y botas, que le permitieron sin duda moverse a todas sus anchas y con mayor comodidad de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, para rendir homenaje a la guarachera inolvidable, quién otra si no Celia Cruz, que cumplía ayer dos años de haber desaparecido. El yerberito, Carnaval, La negra tiene tumbao y Quimbaracumbara.

“Si se me abre la falda, espero que me perdonen”, dijo, coqueta, y una vez más encendió los gritos, para luego agregar, tal vez como advertencia a lo que estaba por venir: su interpretación de Sin ti no puedo vivir, la canción que escribiera junto con José Luis Rodríguez para los niños de La Colmena de la Vida. “No es posible que, habiendo tanto petróleo en Venezuela, existan tantos niños de la calle. No, no es justo”, disparó y al terminar las notas desapareció una vez más del escenario. Aunque sin ánimos de defraudar.

Vestida ahora toda de negro _y no sería la última vez que se mudaría de ropa_, regresó para interpretar Eterno amor secreto y Vete, Vete, no sin antes hacer su rutina de “tongontingo” _suerte de movida de caderas, con las manos en la cintura, y vueltas, muchas vueltas_, para la cual invitó a su mamá a seguirle de cerca los pasos.

Pero no toda Olga Tañón es jolgorio. Tras una ida y venida del escenario _con cambio de ropa incorporado, por supuesto_, y de cantar Muchacho Malo, alzó su voz contra el maltrato físico valiéndose de un video que colocó en las pantallas y del tema Abre tu corazón. Para finalmente despedirse con una versión de Bandolero a ritmo de reggaetón.

A todo pulmón

Porque, tras una larga pausa, le tocaría el turno a Marc Anthony, la novedad de la noche, el invitado más esperado _después de todo, diría alguien, “Olga ya es casi de la casa”_ de la velada.

Apagón de luces mediante, a las 10:40, hizo él su aparición frente al público. De paltó y pantalón gris _tal como acostumbra en estos casos_, e impecable camisa blanca abierta que le permitía mostrar el pecho, el cantante neoyorkino, esposo de la actriz Jennifer López _que, dicen, seguía todo de cerca en el backstage_, entonó su primera canción en Venezuela: Llegaste tarde, después de la cual se detuvo impávido y expectante frente al público, que le demostró con aplausos una gran devoción.

De pocos movimientos sobre la tarima, aunque con un chorro de voz que ya quisieran muchos cantantes, interpretaría entonces algunos de sus viejos temas de salsa, aquellos que lo dieron a conocer, así como algunos de los más recientes: Ahora quién, Valió la pena, I Need To Known y You Sang To Me.

Para luego cerrar el encantamiento, a dúo, Marc y Olga, con la pieza Vivir lo nuestro, colofón de una noche a altas temperaturas.

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