
El cantautor español Joaquín Sabina llegó con su bombín, con su maleta de viajero, con paso tranquilo, sin prisa, pero con el hechizo para arrebatar con su poesía a los puertorriqueños. Lucía su traje gris y cargaba en su garganta más de 20 canciones que derramó ayer, domingo, a lo largo de dos horas en la sala de festivales del Centro de Bellas Artes de San Juan, en su concierto “Carretera y top manta”, producción de César Sáinz para Rompeolas.
No hubo contratiempos en este viaje musical, sólo el oleaje ideal para hacer sucumbir a la audiencia en un mar de colores y sensaciones.
Fue una tarde-noche de esas que se dan pocas veces entre un artista y la audiencia. El público, que llenó la sala, no tuvo reparos en seguir las instrucciones del cantautor cuando demandó que se adentraran con él en un club nocturno.
En el escenario se reflejaba un enorme barco que se abría paso en un mar bordeado por ciudades y ya Sabina había salpicado al público con “Aves de paso” y “Ahora que”.
“Buenas noches, San Juan, perdón, buenas tardes. Buenas tardes Borinquen, buenas tardes, Caribe, buenas tardes, América. Creo que hoy me han puesto a las 4:00 de la tarde para pagar lo que hizo Colón hace cinco siglos”, destacó en referencia al descubrimiento de Puerto Rico, celebrado ayer, domingo.
Sabina se lució, al igual que los personajes que le acompañaban en tarima, nada más que Olga Román (voz), Panchito Varona (bajo), Antonio García (guitarra y piano), Jaime Asúa (guitarra) y Paquito Beneyto (batería).
La audiencia no pudo estar más exquisita. Cantó, bailó y ovacionó al cantautor en las mejores interpretaciones, como “Calle melancolía”, en la que Sabina hasta se quitó su bombín para agradecer el caluroso acompañamiento vocal de la audiencia.
El intérprete no tuvo reparos en hablar con los boricuas y mucho menos en opinar sobre los que muy pocos artistas se atreven, la situación colonial de Puerto Rico.
“No me gusta hablar de mi país, ni de las democracias coronadas, ni de los países asociados. A mí me gustan los países libres. Pero de todas aquellas barbaridades (del colonialismo) quedó una cosa hermosísima, y es que ahora nos podemos entender en nuestro idioma”, expresó, arrancando aplausos de los presentes.
“Mentiras piadosas”, “Siete crisantemos”, “Por el bulevar”, y “Resumiendo”, la cual dedicó a Roy Brown por “aquella noche mágica”, fueron sólo algunos de los temas que Sabina cantó con su voz desgarrada y apasionada.
Antes de salir del escenario para un cambio de ropa, y de paso, un breve descanso para sus cuerdas y su delgado cuerpo, el cantautor dejó en el escenario a sus marineros.
“Ese barco que está ahí (señalando la escenografía) no es ni la Pinta, ni la Niña, ni la Santa María, es el Titanic. Ellos, mi banda, son el Titanic porque siguen tocando, mientras yo me hundo”, comunicó para salir de escena y dejar a Olga Román vocalizando “Marilyn”, seguida por Pancho Varona, quien canto el inició de “Como un dolor de muelas”.
Sabina regresó al escenario con una chaqueta negra y sombrero del mismo color para una de las muchas buenas interpretaciones de la noche: “Y sin embargo”.
“De qué manera pasa el tiempo… Cuando yo era joven el reggaetón sonaba como esto”, dijo para darle paso a la espectacular voz de Olga Román, quien le acompañó en la introducción del tema.
Otro momento memorable vino con “Magdalena”, que Sabina cantó sólo con el piano de Antonio García y luego con Olga Román.
La falsa despedida vino con “Pirata cojo”, para luego regresar con “A la orilla de la chimenea”, “Llueve sobre mojado”, “Princesa” y “Noches de boda”.
“Nos vamos a quedar un ratito más y después nos vamos a cantar de verdad en un antro”, señaló con su característica picardía.
El cierre del viaje musical no podía ser mejor, “19 y 500 noches” y “Noches de boda”. Pese a la gripe, que dijo que le aquejaba, Sabina ofreció un conciertazo en el que logró embriagar a los boricuas con sus gestos, simpatía, sinceridad y talento.
Ojalá el barco de este cantautor regrese el próximo año a atracar en este puerto siempre sediento de su poesía.