
Parece caótica, pero en realidad es gradual la enumeración que describe la ruta que siguieron Richie Ray y Bobby Cruz en el concierto “Sólo éxitos”, ofrecido la noche del domingo, en el Centro de Bellas Artes de San Juan.
A diferencia de los lúdicos movimientos de las manos de Richie Ray sobre el teclado, la figura de Bobby Cruz permaneció estática al ofrecer al público, que dejó algunos asientos vacíos, la mixtura de ritmo bailable y romanticismo que predominó en la combinación de clásicos y números de su más reciente disco, “¡Que vuelva la música!”.
La cadencia de temas altamente percusivos, como “La zafra”, “Mi Mayoral” –en el inicio– y “Soy boricua” y “Mi bandera” –al final–, sólo fue aprovechada por las cuatro parejas de bailarines que se pasearon por la tarima, pues tampoco la audiencia se contoneó.
Aun así, la potencia del sonido salsoso se impuso sobre la melosidad de boleros, como “A mi manera”, “Cuando me digas sí” y “Yo sé que te amo”, receptores, no obstante, de emotivas ovaciones. En los últimos dos, la redonda voz de tenor de Bobby Cruz, quien no se desprendió de sus gafas oscuras, se unió a la dulzura de la de Angie Maldonado, esposa de su colega pianista Richie Ray.
Y es que, de las 18 melodías, el clímax del show, si se toma como criterio valorativo la calidad musical, residió en los arreglos más rítmicos del virtuoso instrumentista. Así, destacó su interpretación de “Fantasía borincana”, una deliciosa bomba puertorriqueña construida a partir de las armonías de “Fantasy impronta”, de Fryderyk Chopin.
Se trata de la misma anuencia que logró Richie Ray en “Sonido bestial”, título del disco de 1970 del cual el dúo desprendió el resto de su oferta más dinámica de la noche.
El boogaloo “Mr. Trumpet Man”, en el que se lució Julito Alvarado, la “Salsa Celebration” y el “Jala jala” derrocharon fúricos solos de trompetas y congas, acompañados de la suavidad el piano y tópicos alusivos al carácter festivo del ser latino.
A estos temas se suman la jocosidad de “El gallo y la vaca” y la punzante lírica de “Guaguancó raro”, que critica “al hipócrita” y enaltece a “Cristo, El Señor”, ambos del álbum “¡Que vuelva la música!”.
Como establece esa canción, la comunicación que había mantenido el dúo con el público –Richie Ray centrado en explicar sus invenciones melódicas y Bobby Cruz haciendo chistes sexuales y relatando anécdotas– se tornó, al final, en oración “al Señor” para darle gracias por el inquebrantable éxito del dúo.
Anunciado para las 8:00 de la noche, el espectáculo comenzó con media hora de retraso y finalizó dos horas después, justo cuando los presentes casi habían explotado todos los matices de la música afrocaribeña: la nostalgia, el romance, la cadencia y, ¿por qué no?, la alabanza.