
Pérez Prado nació el 11 de diciembre de 1916, y falleció el 14 de septiembre de 1989 dejando una huella importante para la música, no obstante que él no fue el inventor del mambo, sin embargo, logró proyectarlo al mundo con su singular estilo y arreglos.
Gracias a su exitosa interpretación de melodías como “Qué Rico el Mambo” y “Mambo No.5″, su música sigue sonando en toda su magnitud, no sólo en sus temas, sino en la influencia que tiene sobre diversas organizaciones musicales y los articulados y sofisticados arreglos que permiten escuchar este ritmo en toda su dimensión.
Hijo del periodista Rafael Pablo Pérez y de Sara Prado, directora de una escuela en Matanzas, Cuba, el artista practicó el oficio de la sastrería debido a las carencias económicas que padeció su familia tras el fallecimiento de su padre.
Matanzas fue la ciudad donde nació y comenzó a estudiar piano e hizo sus primeras participaciones profesionales con algunas de las orquestas locales. Y fue en 1940 cuando se trasladó a La Habana en busca de una mejor oportunidad en el mundo de la música.
Cuando llegó a la capital de Cuba la ciudad ya era un importante lugar de entretenimiento en América y el Caribe, viviendo intensamente la llamada Epoca de Oro del son cubano.
El joven pianista consiguió pronto colocarse en algunos grupos musicales que tocaban en famosos centros nocturnos, como el “Pennsylvania” o el “Kursal”.
En una de estas agrupaciones conoció al cantante Orlando Guerra “Cascarita”, y por recomendación de él entró en 1942 a una de las mejores agrupaciones de la isla: la orquesta Casino de la Playa, que sirvió para que el arreglista y pianista matancero experimentara con nuevas sonoridades y estructuras armónicas, combinadas con jazz.
Tiempo después Pérez Prado viajó a México con el apoyo de algunos de sus compatriotas que se encontraban ya establecidos en el país, como Ninón Sevilla, Kiko Mendive y Benny Moré.
Luego formó una orquesta enriquecida con la percusión afrocubana, logrando un sonido que sería desde entonces su sello y con el que pronto daría vida al mambo, principalmente con piezas dedicadas a los ruleteros o a los estudiantes del Instituto Politécnico o de la Universidad.
En películas como “Del can-can al mambo” y “El pecado de ser pobre”, el arreglista interpretó temas como “Qué rico el mambo”, “Mambo Latino”, “La chula linda”, “Mambo Baklán” y “Muchachita”.
La figura poco común de Pérez Prado empezó a ser familiar para el gran público y quizá por lo exacto del apodo, el mote de “Car’efoca” se le quedó, a pesar de que sólo surgió como una mera ocurrencia en medio de una grabación.
Fue el gran cantante Benny Moré quien dio origen al apodo al contestar la pregunta: “¿Quién inventó el mambo que me sofoca?”, a lo cual respondió: “¡Un chaparrito con car’efoca!”, lo cual llegó a predominar a pesar de que existen varias versiones sobre el nacimiento del mambo.
En octubre de 1953, cuando se encontraba en la cima del éxito, Pérez Prado dejó súbitamente México y tomó un avión con destino a La Habana, Cuba, para no regresar sino casi 11 años después, en 1964.
La vida personal y musical de Pérez Prado estuvo siempre ligada al mambo, a pesar de sus esfuerzos por crear y popularizar otros ritmos, como el suby o el dengue.
Sin embargo, debido a su gran contribución a la cultura mexicana y latinoamericana en general, fue que pronto tuvo seguidores entre los compositores y arreglistas mexicanos.
En su extensa discografía compuesta por casi una treintena de álbumes destacan “Pérez Prado” (1950), “Mambo mana” (1955), “Mambo by the king” (1956), “Mambo happy” (1957), “Dance latino (1965), “Qué rico mambo” (1982) y “Kuba mambo” (1991), por citar sólo algunos.
Asimismo, en su vida personal, una de las compañeras más importantes de Pérez Prado fue su esposa Evangelina Reyes, quien desempeñó un papel crucial en la vida afectiva y profesional del cubano ya que ella fue su primera admiradora y también la primera crítica del músico.
Es así que actualmente la música de quien fuera parte del grupo de cubanas que se instaló en la cinematográfica mexicana, incluidas Ninón Sevilla, Meche Barba, María Antonieta Ponds, entre otras figuras, tiene amplia vigencia en el acervo musical del mundo.
Pérez Prado, quien en 1980 se naturalizó mexicano con el fin de pasar los últimos años de su vida como ciudadano del país que lo acogió y lo lanzó a la fama, murió el 14 de septiembre de 1989.