
En más de dos horas de concierto ininterrumpido, ante un lleno total, los cantautores ibéricos celebraron tanto sus similitudes como sus diferencias, se expresaron amor y respetuo mutuo, bromearon, bailaron y hasta se besaron.
Y cantaron. De más de 30 canciones se formó el repertorio de lujo que compartieron los dos poetas cantautores y que incluyó los respectivos grandes éxitos de cada uno. Cada cual cantó de lo suyo y de lo del otro, pero los mejores momentos se dieron cuando unieron sus voces, alternándose la autoría de los temas.
La mayoría de estos fueron interpretados a dúo —desde Tu nombre me sabe a hierba y No hago otra cosa que pensar en ti, de Serrat, hasta Peces de ciudad y Pastillas para no soñar, de Sabina. Desde Penélope hasta Ruido. Desde Esos locos bajitos hasta Por el boulevar de los sueños rotos.
Cada cual tuvo su momento sublime en solitario. Serrat con su Mediterráneo; Sabina con su Princesa.
Entre canción y canción, los dos pájaros fueron parlanchines, intercambiándose cariños disfrazados de mofas. Temprano en la noche Sabina dijo que “desde muy ‘escuincle’ [niño] quería ser Joan Manuel Serrat”, a lo que este contestó, con cara de serio: “Yo también quería ser Joan Manuel Serrat”. Después, el catalán le suplicó al público que aplaudiera mucho al andaluz, para darle vitalidad. “Este puede ser su último concierto”, dijo Serrat, aludiendo a los conocidos problemas de salud de Sabina —quien, no obstante, apareció lleno de energía y en mejor estado vocal que su ronco colega.
De hecho, Sabina le inyectó algo de su propia energía a Serrat, quien saltó y bailó como nunca hace en sus conciertos en solitario.
Uno de muchos momentos especiales fue cuando Serrat comenzó a cantar en solitario Aquellas pequeñas cosas. A mitad de canción, el tema adquirió un aire flamenco y el autor la terminó con Sabina y las dos coristas, intercalandole la rumba El muerto vivo, de Peret. La única canción no escrita por los protagonistas de la noche termina con un estribillo de “no estaba muerto, estaba de parranda” que fácilmente se le podría aplicar a cualquiera de los dos.
Un montaje dinámico —que comenzó con un chistosísimo video de un supuesto boletín noticioso, en que se informaba de la cancelación del concierto— complementó la actuación de los dos cantautores, acompañados por una excelente orquesta formada por ocho de los mejores músicos que normalmente acompañan a Serrat y Sabina.
Un público extasiado, que aplaudió, bailó y coreó casi todas las canciones, exigió y recibió hasta cinco bises, entre las cuales se incluyó una tierna versión de Lucía y una jocosa interpretación de La del pirata cojo, con los dos vestidos de corsarios.
Más que “matar”, el público pudo gozar de dos pájaros de un tiro, dos grandes en un concierto histórico que para suerte de los mexicanos se repetirá tres veces más, hasta el 1 de noviembre. La gira continuará en Sudamérica y concluirá en diciembre en Argentina, antes de que cada pájaro regrese a su nido.