
¿Se imaginan a Goya pintando una Maja desnuda en mitad de Las Meninas de Velázquez? Pues esa extraña sensación es la que produjo comprobar cómo los dos idolatrados artistas acoplaban sus repertorios y se apropiaban de los éxitos del otro. Canciones que, admitieron, hubiesen querido que fueran suyas. Entonaron con devoción recíproca inevitables clásicos como Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Cantares, Y nos dieron las diez, Noches de boda y 19 días y 500 noches, en un recital de más de dos horas y media, combinando solos con apoteósicos dúos.
CONATO DE SUSPENSIÓN
El show estuvo marcado por incontenidas ganas de guasa. Antes de empezar, por las pantallas apareció Iñaki Gabilondo como si estuviera en su telediario para anunciar que el concierto se suspendía por problemas de salud, estableció conexión en directo y se vio salir una ambulancia. El desconcierto fue total hasta que aparecieron de la mano los supuestos convalecientes para interpretarel primer mix, Ocupen sus asientos (made in Sabina) y Hoy puede ser un gran día, la optimista letra de Serrat.
Escuchar al Noi del Poble Sec cantar A la orilla de la chimenea y al flaco de Úbeda, Poema de amor, por citar dos ejemplos, fue un gustazo. Y las proyecciones también jugaron un papel importante, como cuando fundieron las fotos de ambos: los ojos de Serrat, la perilla de Sabina… De acuerdo, están unidísimos. Pero en los discursos jugaron también a putearse: que si tú estás más calvo, que si la gente me viene a ver a mí…
Para la ocasión, Sabina recuperó una pieza de hace 20 años, Mi primo el Nano, que resume la filosofía del encuentro: “Tengo yo un primo que es todo un maestro, / de lo mío, de lo tuyo, de lo nuestro…/ Yo, de joven, quisiera ser como es / mi primo Joan Manuel”. Y así, desafiando al tiempo y las enfermedades, siguen estos dos intérpretes de voces cada vez más rotas, pero con el ánimo totalmente recompuesto. Con Que se llama soledad de Sabina intentaron dar por terminado el recital. Pero llegó el único bis: Para la libertad. El pájaro de dos cabezas que ilustra el cartel de la gira se debió quedar ayer con la sensación de que no podía emprender más feliz vuelo.