
El artista se presentó en concierto por tercera vez en el anfiteatro de la Quinta Vergara, donde ya estuvo en 2005 y 2008, y por tercera vez también se fue a casa con los tres trofeos otorgados por petición popular, el más importante de ellos, la gaviota de plata.
Sin embargo, su espectáculo no llegó a provocar la misma hipnosis colectiva que generó su última aparición, a pesar de que expuso prácticamente el mismo libreto que tres años antes.
"Qué hermoso es estar una vez más aquí. El momento más importante de nuestra existencia lo que estamos disfrutando aquí ahora: el presente", señaló el artista, que a sus 51 años sigue cultivando una melena larga que le confiere aires de profeta.
El mexicano se mostró dicharachero y seguro de poder manejar a su antojo a los espectadores, a los que se refirió como "hermanitos" y "damitas", muestra de la espiritualidad y la galantería que le han dado un sello de distinción en un mercado donde esos valores cotizan a la baja.