Salsa Brava con todos los hierros de la Sonora Carruseles
Los salseros de la vieja guardia en Nueva York se refieren a la música de los años 70 como “la verdadera música“. También la llaman “salsa brava“, un término que ahora circula como moneda corriente entre los seguidores venezolanos, panameños y colombianos, entregados, por cierto, a un eterno romance con lo que se conoce como “el sonido de la Fania“.
Camine por las calles de Medellín, Cali, Caracas o Ciudad de Panamá y probablemente lo que escuche en música bailable lleve los nombres de Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Ismael Rivera, Cheo Feliciano o Pete El Conde Rodríguez, por mencionar a unos pocos.
En efecto, miembros activos de las Estrellas de Fania (e incluso el propio colectivo) han encontrado atractivos de espacios de trabajo en muchos países sudamericanos: desde festivales maratónicos de la salsa hasta los llamados “concierto aniversario“.
Sin embargo, el interés por la salsa en estos países se debe también a la divulgación de las orquestas locales, muchas de las cuales han estado por años recreando y actualizando ese sonido de la Fania. Ninguna más apasionada como la Sonora Carruseles.
Dirigida por Mario Rincón (ingeniero de sonido) y Diego Galé (arreglista y compositor), la banda colombiana ha estado exponiendo, a través de novedosos arreglos, la música de sus héroes: los Lebron Brothers, Richie Ray & Bobby Cruz y Rodríguez, entre otros. Este Salsa brava con todos los hierros (su cuarto disco) es su carta de presentación para atraer a públicos fuera de las fronteras latinoamericanas, con su combinación de temas originales (la mayoría compuestos por Galé) y clásicos como Arranca en fa (Rodríguez), Pachanga brava (Jimmy Savater) y Salsa y control (José Lebrón).
La orquesta es una poderosa máquina, con un sonido preciso que se apoya en la pesada tímbrica de las agrupaciones de antaño. Sin embargo, muchos encontrarán que algunas de estas canciones resultan almidonadas y hasta con aires de cliché (sin mencionar que el cantante principal, Harold Peláez, es una copia carbón del mítico boricua Héctor Lavoe).
Con todo, el álbum tiene su encanto, y la orquesta muestra pasión y respeto por una música que mantiene con respiro los buenos tiempos de antaño.
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