Importantes figuras de la música tropical durante los años setenta, ochenta y noventa se dieron cita en la sala neoyorquina para interpretar temas que fueron famosos y que aún hoy siguen siendo favoritos del público.
La primera parte del espectáculo, en una producción del empresario Ralph Mercado, se dedicó al cadencioso ritmo autóctono de la República Dominicana, el merengue, cuyos intérpretes ofrecieron una gran demostración.
Antes de iniciarse el concierto, el presentador Paco Navarro habló del crecimiento de la comunidad latina en Estados Unidos, de sus esfuerzos y aportaciones, y como ejemplo mencionó los triunfos de John Ruiz y Tito Trinidad en el boxeo, de Benicio del Toro, ganador de un Oscar, y de Miss Universo, la puertorriqueña Denise Quiñones.
“Lo importante no es que son puertorriqueños, sino que son latinos”, dijo Navarro -recibiendo un fuerte aplauso- para presentar al grupo Las Chicas del Can, que marcó la primera vez que se estableció la presencia de la mujer en un grupo de merengue.
Esta banda de mujeres llegó con todo el Fuego de su sabor y desde el primer acorde, el público acompañó con sus cánticos algunos de sus éxitos, entre los que interpretaron Sin él y hasta incluyeron un “merengue-rap”, que bailaron con cadenciosos y provocativos movimientos, que causaron furor entre sus seguidores.
El turno siguiente fue para Ramón Orlando, que siguió calentando el ánimo del público, que casi enloquece cuando interpretó su controvertido éxito El venao y, a juzgar por el estruendo que se produjo en la sala, no quedó nadie sin cantar.
Víctor Roque y La Gran Manzana, Bonny Cepeda con su Asesina y Ay, doctor, continuaron con el espectáculo, que fue dedicado a las madres dominicanas, por celebrarse el domingo su día en ese país caribeño.
Los hermanos Rosario, una institución a nivel internacional, cerraron la primera parte del espectáculo, con éxitos como Hermano mío y Swing. Fue una de las bandas más aplaudidas de la noche.
La segunda parte del espectáculo fue para la salsa, género que hizo que el público se levantara de sus asientos para bailar en cualquier espacio disponible, al ritmo de vocalistas como Hansel y Raúl, que se remontaron hasta 1976, en su época con La Charanga 76, para interpretar sus éxitos Soy y Por amor.
El grupo colombiano Fruko y sus Tesos pidió paz para Colombia, obteniendo como respuesta un fuerte aplauso como señal de solidaridad de los latinos, sobre todo, de una gran representación de colombianos que acudieron a la sala Madison.
“El sonero del pueblo”, el puertorriqueño Marvin Santiago, fue recibido y despedido con el público puesto de pie, tras una larga ausencia de varios años de los escenarios de la Gran Manzana, y de inmediato comenzó con La jicotea, un éxito que, según el artista, no interpretaba desde hacía unos veinte años.
Santiago estaba fatigado al concluir el primer tema y necesitó de unos minutos de pausa antes de continuar con Vaso en colores, otro de sus grandes y recordados éxitos.
Ismael Miranda, a quien se conoció como “el niño bonito de la Fania”, con su Señor Sereno y su receta Para componer un son, y el cantante y músico Willie Colón, con un popurrí de éxitos en homenaje al fenecido Héctor Lavoe, cerraron la noche de Décadas, cuando ya el Madison se había convertido en una impresionante sala de baile.
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