“¡Más rápido… hazla girar!”, le gritan sus amigos, mientras golpean la mesa con sus botellas de cerveza y se ríen felices, al tiempo que César les muestra sus más recientes movimientos de salsa y Milena trata de seguirlo, con gotas de sudor perlando su frente.
La música termina, la multitud aplaude ruidosamente y César regresa a su mesa en el pequeño y atestado bar, con el rostro resplandeciente y se sienta junto a su casco, su chaqueta militar y su fusil semiautomático.
Para el mayor César Castro y para otros soldados de Estados Unidos que están buscando al depuesto presidente Saddam Hussein en los alrededores de su pueblo natal Tikrit, en Irak, esta noche es libre para “descansar y relajarse” al estilo latino.
Varios cientos de soldados latinoamericanos conforman la mitad del 1er. Batallón del 22 Regimiento de Infantería, estacionado en un complejo de edificios en Tikrit. Cuando están libres enseñan a sus colegas blancos y negros a hablar español, bailar los ritmos latinos y cocinar platillos típicos con arroz y frijoles.
Una vez por semana los miembros del batallón, que realizan patrullaje las 24 horas del día y redadas para evitar ataques de guerrilleros, tienen una noche libre en la que beben cerveza sin alcohol y bailan hasta pasada la medianoche en un centro de recreación de la base militar.
“Es nuestra sangre latina, nos gusta bailar. Nos hace sentir que estamos de vuelta en casa”, dijo el sargento Daniel Cruz.
El capitán Troy Parrish, de Minnesota, no conoce los pasos y se dedica a observar a sus compañeros de Colombia, México y Puerto Rico con sus uniformes de camuflaje, color arena, mientras bailan con sus pesadas botas de combate con las pocas mujeres que hay en el batallón, quienes bailan hasta casi desfallecer de cansancio.
Hace pocos días, los soldados latinoamericanos celebraron la fiesta de cumpleaños de Parrish. Lo tiraron dentro de una tina de agua y luego lo arrastraron por la arena. “Son tantos, que no pude hacer nada”, dijo el estadounidense riéndose.
LA MINORIA MAS GRANDE
Los latinoamericanos en Estados Unidos sobrepasaron a los negros y son ahora la minoría más grande, de acuerdo al censo del 2000.
Un 10 por ciento de los soldados en el ejército estadounidense es latinoamericano, una proporción muy similar a la que registra la fuerza laboral latinoamericana en Estados Unidos, según cifras del Centro Hispano Pew.
En el batallón que está buscando a Hussein hay muchos latinoamericanos porque su base está en Fort Hood, Texas. Muchos soldados piden ser asignados a una base cercana a sus casas, en el estado de Texas, que hace frontera con México y tiene una de las mayores poblaciones latinoamericanas.
El soldado latinoamericano de más alto rango en el batallón, el mayor Salvador Martínez, quien sólo podía decir “hello” y “bye” hace 27 años cuando ingresó al ejército, dijo que los latinoamericanos tienen un sentido de “la familia” muy arraigado, y eso les ayuda a trabajar mejor en equipo.
El teniente coronel Steve Russell dijo que la gran proporción de latinoamericanos en el batallón que él comanda refleja los valores de una nación forjada con inmigrantes.
“Como estadounidenses, venimos de todos los caminos de la vida, pero no sufrimos el odio que crea la diferencia, que es lo que vemos en otras partes del mundo a donde hemos sido enviados a servir”, dijo Russell. “Las diferencias son la fuerza de nuestra nación”.
ORGULLO LATINOAMERICANO
Los latinoamericanos deben ser residentes legales, pero no se les exige que sean ciudadanos estadounidenses para unirse al ejército. De hecho, el servicio militar puede ayudarles a obtener un pasaporte de Estados Unidos.
A pesar de que los latinoamericanos dicen estar orgullosos de haber derrocado a Hussein, no muestran esa euforia patriótica hacia Estados Unidos que manifiestan otros compañeros no latinoamericanos.
Independientemente de que hayan nacido o crecido en Estados Unidos o en otro país, muchos soldados latinoamericanos dicen que no se sienten estadounidenses.
Al soldado Heriberto Peña, de Texas, que no tiene acento latinoamericano cuando habla inglés y cuyo color de piel es mucho más claro que el de otros de sus colegas, le hacen bromas, y sus compañeros le dicen “gringo”.
“No es cierto”, se apura a responder, “soy mexicano”.
A pesar de que el ejército trata de recrear el ambiente de Estados Unidos en los desiertos de Irak, ofreciendo hamburguesas a sus soldados y juegos de béisbol en la televisión, los latinoamericanos dicen que extrañan las tortillas de maíz y que nunca pueden ver un juego de fútbol en la televisión.
El teniente Israel Guzmán, graduado de la escuela militar para oficiales de West Point, dijo que está peleando en Irak en defensa de las libertades que él disfruta en Estados Unidos y que quiere ver en todos los países de América Latina.
“Los ideales de democracia y derechos humanos no tienen fronteras ni banderas”, dijo.
Para muchos latinoamericanos, servir a la bandera de las barras y las estrellas es una forma de agradecer al país que les abrió las puertas.
© CARACOL S.A. Todos los derechos reservados.
CARACOL S.A. realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados.