El filme, totalmente biográfico y autorizado por la propia Celia, contará la vida de “la guarachera de Oriente”, desde su niñez hasta su reciente muerte, razón por la que Avila se encuentra actualmente reescribiendo la última parte del guión. El productor, quien es esposo de Cristina Saralegui, explicó que con toda probabilidad incluya pietaje del impresionante funeral que ha recibido la salsera en Miami y Nueva York en estos días.
Avila detalló que su guión está basado en las múltiples entrevistas que él le realizara a Celia, así como a sus familiares y amigos más allegados, entre ellos su esposo Pedro Knight y el músico Johnny Pachecho. “Sobre Celia se han hecho un sinnúmero de documentales excelentes, pero esto va a ser algo bien distinto. Nos vamos a concentrar en todas esos momentos que determinaron su carácter y que ella misma nos pidió que se vieran en la pantalla. Esta película primero tiene que demostrar el talento fuera de lo normal e innato que ella tenía, y también dejar un mensaje sobre la dignidad con que ella vivió”, expresó el productor.
Al momento, Avila se encuentra en el proceso de conseguir el apoyo de un estudio de cine “que respete el guión y no quiera hacer una historia típica de Hollywood” para que financie su proyecto. Está evaluando también quién podría ser el director, aunque aseguró que el elegido “debe mostrar una gran pasión con nuestra idea”. Con excepción de Whoopi, los actores para los personajes principales de la película no han sido seleccionados aún, pero el productor indicó que le gustaría que Samuel L. Jackson personificara a Pedro Knight. Espera comenzar a filmar el año entrante, y algunas de las escenas que representarían a Cuba se podrían grabar en República Dominicana o Puerto Rico.
Avila señaló además que Whoopi está muy consternada con la muerte de Celia y, aunque no pudo asistir al funeral por encontrarse fuera de la ciudad, envió un obsequio floral y un donativo para la Fundación Celia Cruz. La estrella de Hollywood conoció a la cantante cubana a través de la presentadora de televisión Cristina Saralegui, y fue ella misma la que expresó su interés de interpretar a la salsera.
Celia Cruz descansa en libertad
Si hay alguien que se merecía toda la gloria del mundo, todo el aplauso y el respeto de su pueblo, y todo el agradecimiento por ser vertical y limpia en sus principios, generosa y alegre en el escenario, cortés y agradecida en su vida diaria, era Celia Cruz. Por su gallardía, su entereza, su firmeza, su energía, su talento, su alegría de vivir y su compasión humana, Celia fue la figura más pura y más trascendental de los cubanos de la diáspora. Y si es verdad que morimos como vivimos, Celia fue un vivo ejemplo de esto hasta el último de sus días.
Hoy el pueblo la llora, se la siente en el centro del dolor, en la mera entraña porque Celia tocaba muy adentro, se hacía propia, se hacía nuestra con su entrega.
Los cubanos que vivimos fuera de la isla, más que otro pueblo en el mundo la sabíamos nuestra, porque Celia exudaba cubanía aunque estuvo fuera de su suelo 40 años. Su arte, sin embargo, fue universal. Si no, ¿cómo se explica que un chileno, un noruego o un japonés se rindieran ante su encanto, aun sin entender una palabra de lo que cantaba? El mundo reconoció en Celia su grandeza, y con mayor o menor facilidad bailó y cantó con ella. El mundo ha llorado su muerte.
La tristeza que hoy nos aplasta es, sin duda, pasajera, porque Celia es eterna en sus discos y en el recuerdo de todos los que bailamos y cantamos con ella durante tantas décadas. Cuatro generaciones, que se dice fácil pero no es poco.
Si algo le tenemos que agradecer a esa gran dama del ritmo es el legado que nos deja, ese legado tan único de Celia, que es el habernos contagiado todas las veces que la escuchamos con su alegría. Donde estuviera Celia con su tumbao, había que gozar en grande, ajustarse los zapatos y bailar, cantar, regocijarse. Así que ´´no hay que llorar…´´ como cantó en uno de sus últimos éxitos.
Seguiremos oyendo a Celia en sus grabaciones y seguiremos gozando con ella, eternamente.
Cuba se la perdió durante 40 años. Los 11 millones de cubanos que quedaron allá se privaron de verla en vivo, en un escenario, en un teatro, en una fiesta, en una tarima en la calle, como pudimos tenerla algunos privilegiados en una memorable noche de Viernes Cultural de la Calle Ocho. Una Celia setentona, incólume, generosa, resplandeciente, espléndida, brillando con su magistral voz y su peluca, con su cimbrear de caderas rebosantes de sabor a caña molida, a guarapo, a su azúcar. En una tarima en la calle 15, frente a su pueblo que coreaba y bailaba con ella. La incansable, la inigualable, la incomparable, la irrepetible Celia, disfrutaba su presentación en vivo, humilde y magnánima, ante tal vez unas 300 personas, no en un estadio, no en un gran teatro, no en un enorme auditorio, sino allí, en la esquina más caliente del exilio, regalándonos su alegría de vivir y de cantar. Entregada.
Nuestra mejor embajadora se ha ido a otras dimensiones. Sólo se ha trasladado a otras esferas, pero nuestra Celia se ha quedado aquí en cada fiesta, hasta el triunfo final, donde celebraremos lo que ella no pudo celebrar pero que animará y triunfará y será abrazada por sus millones de compatriotas que la sentirán y también la harán suya cuando puedan bailar una de sus guarachas, y cantar unos de sus sones tal vez por primera vez.
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