El animador había sido claro en sus interrupciones: la noche no terminaba allí, insistía siempre, sino en los dos clubes nocturnos patrocinadores del evento donde tendrían que satisfacer sus instintos salseros, ya bien despertados, los más devotos bailadores.
La noche había llegado con particular expectativa para los amantes de la salsa puertorriqueña, por la anunciada presencia de grandes estrellas boricuas: Gilberto Santa Rosa, Elvis Crespo y El Gran Combo de Puerto Rico.
Aunque cada uno tenía potencial de plato fuerte, lo que presentaron en conjunto el viernes fue, desafortunadamente, poco más que un entremés. Aún así, el público se chupó los dedos.
Cerca de las ocho de la noche inició la música con el Caballero de la Salsa, como siempre acompañado de una excelente orquesta cuyos arreglos sacan provecho al estilo de Santa Rosa, un salsero que tiende a preferir las baladas románticas pero que, cuando necesario, se ve como el mejor.
Casi al final de su corto segmento, Santa Rosa dio lecciones de soneo cuando cantó un saludo improvisado al público de Los Angeles y anunció a los artistas que le seguirían en la tarima.
Desafortunadamente no seguirían inmediatamente, porque hubo una presentación de varias parejas finalistas de un concurso de baile –de uno de los clubes patrocinadores—y un intermedio, antes de que la noche continuara con el merenguero Elvis Crespo.
A pesar de las desventajas creativas del merengue comercializado del que Crespo es figura principal –con sus ritmos repetitivos y letras minimalistas puntualizadas por un estribillo pegajoso—el segmento del merenguero despertó al público del Greek, que desde ese momento se mantuvo de pie y bailando casi en su totalidad.
Y Crespo lo hizo a pesar de que su show del viernes trajo poco material nuevo: fue una versión reducida de sus previos conciertos en el sur de California, incluso repitiendo las coreografías y los juegos con el público, al que hace repetir felizmente sus corillos.
Crespo, que con sus giros de pelvis hace honor al otro Elvis, se ganó facilmente al público con sus consabidos Píntame y Será tu sonrisa. Su mensaje genuino a “los que están orgullosos de haber nacido en su país” fue una deferencia bien recibida por un público verdaderamente internacional, que celebró con él un momento emotivo cuando recibió la bandera de Puerto Rico que le entregó una fan.
Tan bien recibido fue Crespo, que cuando se retiró del escenario tras otro breve set, y entró de nuevo el maestro de ceremonias, el público gritó tanto que obligó al merenguero a volver con Suavemente, su mayor éxito.
Faltaban ya quince minutos para las diez, y el público estaba listo para la prometida Universidad de la Salsa que, tras otro intermedio con comerciales , arrancó con su primer número aun antes de que se abriera el telón.
Era que los músicos de El Gran Combo sabían que tenían menos de media hora para ofrecer una pequeñísima selección de lo que ha sido 40 años de éxitos sin parar. También sabían que no podían fallar, pero eligieron bien al incluír Me liberé y clásicos como No hago mas ná y Brujería.
Pero terminaron a tiempo, y los gritos de “otra” de un público decepcionado fueron insuficientes.
En una de sus primeras intervenciones, el maestro de ceremonias dijo también que habrá un segundo festival de salsa, siempre y cuando reciba el apoyo de los que asistieron el viernes.
Es muy probable que lo reciba, si vuelve a traer un programa tan atractivo como el del viernes. El concierto del Greek demuestra que el público de Los Angeles ya se ha resignado a ver a los grandes salseros en situaciones donde, como dijo uno de los vocalistas del Combo, “el reloj manda”.
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