Que el reggaetón se desarrolle esencialmente sobre la base de un mismo beat y que sus intenciones artísticas sean cuando menos dudosas no ha evitado que se convierta en el género musical latino más arrollador del que se tenga memoria en mucho tiempo. Y si la monotonía de su ritmo le ha dado derecho a sus detractores para decir que la moda no podrá durar demasiado, La invasión de reggaetón-Parte II, que se llevó a cabo el viernes en el Anfiteatro Gibson, dejó en claro que el negocio sigue viento en popa, ya que el concierto que presentó a nueve representantes del género contó con una masiva asistencia de un público que, además, no era mayoritariamente puertorriqueño, sino salvadoreño y mexicano, como se pudo saber debido a las constantes arengas de tinte nacionalista que los raperos boricuas provocaban desde la tarima.
El reggaetón no es exactamente rap en español, y como tal, cuenta con características propias que lo distinguen, como el ya citado ritmo, la alusión a temáticas de baile y sexo y la incorporación de elementos de la bachata dominicana. Casi todos los artistas de la noche usaron y abusaron de estos recursos, aunque algunos lo hicieron con mayor creatividad que otros, como fue el caso de Ivy Queen, quien se ha ganado con justicia el título de “reina” en el género no sólo por la falta de competencia femenina (fue la única mujer que se presentó), sino porque los sonidos que su DJ lanzó tenían al menos cierto nivel de complejidad y variedad, incluyendo en algunos momentos ritmos más lentos que se orientaron al hip-hop tradicional (aunque, aún en estos casos, las letras seguían siendo absolutamente ligeras e inconsistentes).
La voz de “La Caballota” se escuchaba demasiado fuerte, y sus intentos en el canto no fueron precisamente afortunados; pero la mujer resulta muy carismática y entretenida (“no me des más la mano porque estás con la novia, y yo no he traído los guantes”, le advirtió a un varón que pugnaba por alcanzarla). En sus intentos por destacar la relevancia que ha obtenido su estilo musical en distintas audiencias, la “queena” logró reconocer entre el público a gente de Japón y de Italia, además de sumar la interpretación de La camisa negra, de Juanes, a sus ya conocidas versiones de Hacer el amor con otro, de Alejandra Guzmán, y Como la flor, de Selena.
Lo que no fue tan evidente en su set es la convicción con que maneja su autoproclamada “defensa de la mujer latina”, porque más allá de interpretar Tuya soy —un tema que supuestamente critica la infidelidad masculina—, no hubo ningún mensaje que reafirmara dicha tendencia. Y es que el reggaetón no es precisamente un género profundo o reflexivo; el único momento en el que se notó alguna conciencia sobre el mundo exterior fue cuando uno de los artistas participantes hizo referencia a aquellos que le auguran una corta vida al género.
El asunto de los dúos tampoco parece estar del todo desarrollado; de los cuatro que se presentaron —Alexis & Fido, Angel & Khriz, Wisin & Yandel y Zion & Lennox—, sólo los últimos demostraron saber cómo emplear realmente un contraste de voces (ya que uno de los MCS hacía intentos por cantar y el otro poseía una voz más gruesa, con un estilo muy propio del raggamuffin jamaiquino), aunque hay que reconocer que el juicio no puede ser totalmente justo en la apreciación del primer grupo citado, que tuvo que presentarse sin uno de sus elementos debido a un aparente problema de salud.
Hablando de los mismos Angel & Khriz (que en este caso se redujeron a la presencia de Khriz y de un MC invitado, del que nunca se dijo el nombre), algo que sí puede llevar a distinguirlos es que, a pesar de tocar las mismas temáticas que los demás, no apelan a lenguaje vulgar ni se refieren directamente al sexo, como sí lo hicieron de forma abierta y poco cuidadosa Angel & Fido, llegando a simular movimientos eróticos y dirigiéndose al público femenino con expresiones tan poco delicadas que llegaban a un primitivismo cercano a la era de las cavernas.
Pero a la audiencia no le molestaba, sino todo lo contrario; a juzgar por el entusiasmo con que todos —y todas— celebraban cada una de las palabras o actitudes de los que ocuparon el tabladillo, y al modo en que una que otra pareja se enfrascaba en el polémico baile del “perreo” (una simulación sumamente explícita del acto sexual), esto es lo que le gusta a la gente. Al menos por el momento.
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