Sorpresas y reflexión
Fue una noche llena de emotividad, de reflexión, de hermandad, de buena voluntad, de gran música y de sorpresas, sobre todo sorpresas pues nadie esperaba que el recital marcara su diferencia para la ocasión con una serie de atractivos duetos que por primera vez unieron sobre un escenario a grandes figuras de la música, y con la intimidad que sólo los conciertos acústicos pueden ofrecer.
Poco antes de que el reloj marcara las 21:00 horas del tiempo local, la bella actriz mexicana Salma Hayek apareció sobre el escenario del Gibson para dar la bienvenida a los asistentes, recordarles el motivo filantrópico y altruista del concierto y agradecerles su colaboración.
Acto seguido, el anfitrión de la noche y responsable de que este proyecto se hiciera realidad, Juanes, apareció en escena para ser recibido con una ovación de pie, a lo cual él respondió con palabras de agradecimiento y con la mejor remuneración que puede darles a las personas que acudieron a su llamado: con música, y fue así que La camisa negra se escuchó en el recinto, ejecutada tan solo por la voz del colombiano y el acompañamiento de dos guitarras acústicas.
De ahí en adelante la alternancia de figuras sería continua, ya fuera con participaciones individuales o con los atractivos y sorprendentes duetos, siendo el primero de ellos el de Juanes y Alejandro Sanz que cantaron el popular tema del español, Corazón Partío, que de inmediato puso de pie a los asistentes.
“Una canción probablemente no pueda para una mina, pero sí puede partirle el corazón al guerrero que la pone”, comentó el cantautor español, quien de inmediato recibió una ovación por sus palabras.
Sanz se quedaría para hacer dos temas más: ¿Lo ves?, ejecutado tan solo con él al piano, y luego una bujería en la que sacó todo su espíritu flamenco. Tocaría a él mismo darle la bienvenida a Carlos Vives, que sonriente y de buen humor como siempre, de inmediato puso a bailar al público con sus vallenatos Hamaca grande y Noches sin lucero.
Un dueto más destacó sobre el escenario cuando los dos colombianos del elenco, Juanes y Vives, cantaron un vallenato tradicional que de nueva cuenta levantó a la gente de sus asientos.
Las intervenciones de los artistas se iban turnando con proyecciones en video de testimonios de víctimas de las minas antipersonales. Imágenes de niños sin brazos o sin piernas, pero con una gran nobleza, corazón y esperanza, sensibilizaron a los asistentes, quienes aplaudían después de cada proyección.
El turno llegó para el puertorriqueño Luis Fonsi, quien antes de su intervención recordó a la recientemente desaparecida cantante colombiana Soraya, para quien pidió un minuto de silencio, que concluyó con aplausos de parte del público a manera de homenaje.
Fonsi hizo gala de su educada y potente voz, y de su versatilidad artística al interpretar en formato acústico las canciones Abrazar la vida, Nada es para siempre y Por una mujer, cada una de las cuales coreada por los asistentes al Gibson.
Otro momento especial se presentó cuando Fonsi y Vives se hicieron acompañar al piano por Arthur Hanlon para cantar el tema No me llames extranjero, que trajo de nuevo consignas a favor de la comunidad latina inmigrante radicada en Estados Unidos.
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