Mucho más que salsa Jerry Rivera

Tota

A Jerry Rivera, todavía hoy, hay quien se refiere a él como “el bebé de la salsa”, a pesar de que no luce tan bebé ya y de que ha llevado su carrera musical por otros rumbos.

Pero para Rivera el mote de salsero es uno del cual le resultará difícil apartarse. Por varias razones: tiene fanáticos que preferirían que se mantuviese siempre dentro del género musical que le dio renombre; las radioemisoras le piden lo tropical porque es bailable (y lo bailable vende); y los ejecutivos de la industria, muchos tiemblan cuando un artista como él busca desencasillarse.

Rivera, sin embargo, no echa a un lado su meta de crecer profesionalmente.

“Estoy desarrollando mi lado pop”, explica el cantautor desde su hogar en la ciudad de Orlando, adonde se mudó de Puerto Rico con su esposa y tres hijos hace ocho meses.

Rivera acababa de regresar a casa luego de una breve visita a Miami para grabar Sábado Gigante y hacer una sesión de fotos.

“La balada me encanta y antes que la música tropical, yo nací y me crié en la música romántica”, añadió.

Nada de esto significa que el intérprete de 32 años abandonaría la salsa. Rivera no es ingrato, ni tonto. Pero sí procuraría darle un nuevo giro a esa incursión cuando llegue su momento.

“Necesito seguir trabajando este otro tipo de temas y, quizás, en tres o cuatro años, regrese a hacer un disco de salsa completo”, analiza el artista, que se presentará en concierto en el TD Waterhouse Centre de Orlando el 24 de este mes.

“Pero no sería todo inédito, sino compartiendo con mis hermanos (Edwin y Saned), con artistas extranjeros, artistas de otros géneros. Me gusta ser dinámico y creativo, no oír un disco que, al escucharlo dos o tres veces, es lo mismo. Lo boto rápido. Por eso me gusta hacer cosas distintas”.

Que es precisamente lo que ha intentado en su más reciente álbum, Ay, mi vida (Sony BMG), producción que marca su regreso al sello discográfico con el que forjó gran parte de su carrera, Sony.

Ay, mi vida es también el título del primer sencillo en ser lanzado al mercado, disponible en versiones balada y salsa. Lo mismo ocurre con Ríos de dolor, otro de los 12 cortes que integran el disco, y que Rivera escribió y cantó a manera de dueto con Saned.

“Originalmente, no estuve tan de acuerdo en hacer los dos temas en versiones salsa”, revela. “Era consciente de que eso es interesante hacerlo una que otra vez, no todo el tiempo. Pero, grabas una balada y la estación de radio que toca salsa te pregunta, ‘¿oye, por qué no haces algo para nosotros también?’”.

Y Rivera complace. Igual se da el gustito de grabar otro tipo de material, porque en Ay, mi vida, se perciben influencias del hip hop, sonidos techno y hasta un tema de su autoría, Boricua siempre seré, a ritmo de plena y con elementos de reggaetón cortesía de La Sister.

“Boricua siempre seré lo escribí para Puerto Rico”, dice orgulloso. “Quien me acompaña es una artista que se llama La Sister, que canta música autóctona de la Isla, improvisa y es rapera también. Me gusta darle a los temas elementos que sean auténticos y por eso me fascina éste”.

La libertad de trabajar y de explorar diversos géneros, la encontró al colaborar nuevamente con el veterano productor italiano Emanuele Ruffinengo, afirma Rivera.

“Es la segunda ocasión que trabajo con él”, dice el artista sobre su relación con Ruffinengo. “En el disco Vuela muy alto (2002), hicimos cuatro temas”.

Los dos, continúa el cantante, comparten más que una visión fría y calculada de la industria.

“El ve este rollo de la música primero como arte, después como negocio”, relata Rivera. “Todo es demasiado business y él no es así. Es un tipo bien sensible. Y la grandeza que hay en él como ser humano, es tan grande como la que hay en él de artista. Pude compartir con él muchas vivencias, historias”.

Ruffinengo hizo su parte mayormente en Italia y Rivera la suya en Puerto Rico, pero ambos llegaron a encontrarse en la Isla.

“Estuvo de turista y le encantó”, cuenta Rivera. “Le di un par de vueltas”.

Y entre sus vueltas además como padre de familia, está ir con frecuencia al parque de atracciones Walt Disney World en Orlando.

“Vamos a Disney, y estamos allí cinco o seis horas sin prisa. Tengo el pase del año y no me cansa”, dice riendo el fornido papá. “Yo con pasear soy feliz. Suelto la chiquita mía de seis años y la veo cómo se divierte. Porque no todo en Disney es Mickey”.

Y no todo en Jerry Rivera es salsa.