El pasado 10 de abril, Netflix, la plataforma de streaming estadounidense más exitosa, lanzó ‘Secuestro del vuelo 601’, una serie colombiana inspirada en hechos reales.
La producción, cuenta la historia del secuestro de un avión colombiano durante 60 horas, considerado como el secuestro aéreo más largo de Latinoamérica.
Con seis episodios, la miniserie realizada por Pablo González y Camilo Prince, cuenta con un elenco de lujo del que hacen parte reconocidos actores colombianos como Christian Tappan, Enrique Carriazo, Marcela Benjumea, entre otras personalidades.
La historia real del secuestro del vuelo 601
Los hechos ocurrieron el 30 de mayo de 1973, cuando el avión HK 1274 de la extinta aerolínea colombiana SAM acababa de despegar de la ciudad de Pereira.
Segundos después del despegue, dos hombres se pararon de sus asientos situados en la penúltima silla y con capuchas en sus caras desenfundaron sus pistolas con la intención de intimidar a los demás pasajeros.
A bordo del vuelo comercial iban 84 pasajeros. Estas personas en un principio pensaron que se trataba de una broma, fue hasta que uno de los secuestradores disparó al aire que inició el pánico, según recordó el ciclista Luis Reátegui, en medio de una entrevista con el podcast Radio Ambulante en 2021.
El secuestro del avión duró más de 60 horas, recorriendo más de 22.000 kilómetros de distancia haciendo varias paradas en el camino, hasta terminar en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires, Argentina.
Los dos secuestradores, identificados como Eusebio Borja y Francisco Solano López, se presentaron ante sus rehenes como miembros del Ejército de Liberación Nacional, ELN, exigiendo al Gobierno la suma de 200 millones de pesos por el rescate, además de la liberación de un grupo de presos políticos, según le contó Massimo Di Rico, autor del libro ‘Los condenados del aire’ a BBC Mundo.
Cabe resaltar que para esta época, varios vuelos comerciales eran secuestrados en Latinoamérica y estos terminaban en Cuba, donde iniciaba la revolución comunista.
Ante la petición de los secuestradores, el gobierno colombiano se negó a negociar, quedando el caso en manos de las directivas de la aerolínea, quienes les ofrecieron una sufra inferior a la que pedían.
En algunas de sus paradas y a medida que avanzaba la negociación, los secuestradores realizaban las primeras liberaciones, entre ellos mujeres, niños y un grupo de ciclistas.
Al final, se conoció que los dos sujetos no eran ciudadanos colombianos y tampoco pertenecían al ELN, solo se trataba de dos futbolistas uruguayos que habían llegado a Colombia en busca de oportunidades, pero después de ser rechazados y debido a las dificultades económicas que atravesaban tomaron la desesperada decisión del secuestro.
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