El verdadero Marco Hernández

Tota

No extraña en lo absoluto su taller con Juan Luis Guerra. Máxime cuando en sus últimas presentaciones el director de 4.40 ha contado con la intervención especial de las cantantes Mariela Mercado y Maridalia Hernández, integrantes originales de su popular agrupación.

Resulta que Marco Hernández, quien se encuentra en la Isla promoviendo el corte Morenita linda, salió de 4.40 para lanzarse como solista con el disco Que hable la música. Y el asunto de Juan Luis, es un capítulo cerrado en su vida musical.

«De veras que no me hace falta. Los otros días reflexionaba por qué no me hace falta y comprendí que es porque le tenemos tantas ganas a este proyecto. Es algo con lo que veníamos soñando años y años. Lo queremos tanto y lo defendemos tanto, que no hay tiempo para pensar en otras cosas. Es como haber soltado el cordón umbilical», señaló el creador de Soy un sabordín.

Marco acaba de regresar de Nueva York, donde agotó una temporada de presentaciones. Prácticamente ha entrado por la puerta ancha, lo que atribuye al contenido de su compacto, su esfuerzo y talento, y no al antecedente de su trabajo como corista de Juan Luis Guerra. «Realmente creo que a la gente le ha gustado. La gente se ha conmovido y se ha reído porque hay mucho humor en este disco. Digo que este es un proyecto antidepresivo porque es muy caribeño, rítmico, bailable, isleño y folclórico. Es un pop tropical. En términos de éxito, creo que vamos paso a paso, poco a poco», dijo el compositor de El aguacero raquítico, El men y Por aquí pasó (la huracán).

Hernández, de 37 años y graduado de Berklee, no ha encontrado resistencia alguna sobre la marcha, salvo un par de programadores que no entendieron lo que quiso decir con eso de “sabordín”.

«Decían que no lo entendían. Sé que fue un poco radical de nuestra parte salir con el tema Soy un sabordín. Qué es eso, se preguntaban. Y yo tenía que explicar lo que era y aclarar que la intención fue relajar un poco, ser simpático entre comillas. Sabordín es un personaje sabroso, excéntrico, introvertido, torpe y rebelde, como las características que utilizo para describirme».

Quien ve caminar al creador del Sabordín, piensa que es un joven muy serio y retraído. Así solía proyectarse cuando compartía la tarima con 4.40. Pero el verdadero Marco Hernández es diferente. Hablar con él es como conversar con un amigo. Transparente, sencillo, simpático y sincero, como lo son las letras de sus canciones; honestas y cotidianas.

«No sé, soy a veces medio introvertido, pero muy charlatán. Cojo las cosas con informalidad, sin darle mucha mente, permitiendo que se expresen y sean como son. Así es mi música, auténtica y honesta. Como yo soy, como pienso. Tuve el gran privilegio que la disquera aceptara lo que yo quiero enfocar a través de la música».

Marco califica su música como antidepresiva. Este amante del cine y el baloncesto no se ha sentado a examinar si su propuesta era necesaria en la música popular dominicana, pero sí se ha convencido de que encierra una valiosa aportación.

«Se puede aportar mucho. Cada ocurrencia puede aportar. La música es infinita. Quizás vendrán otros con más humor. Yo no escribiría un merengue como La vaca, pero tampoco soy quien para juzgar. Hay música para todos los gustos».

Marco especializó en piano sus estudios en Berklee. El espigado músico anhelaba convertirse en un gran pianista de jazz. Pero desistió. En su música convergen hoy el jazz, el rock y la influencia de los ritmos caribeños, especialmente el merengue de su natal Santo Domingo.
Nunca, incluso durante los años en que fue corista de Juan Luis Guerra, pensó ser cantante.

«Pensé como ideólogo de un proyecto. Me tocó interpretar unas canciones más bien por presión. Nunca me he considerado cantante, sino compositor, productor y pianista», dijo Marco, quien delegó la vocalización de un puñado de las piezas del cd Que hable la música en su amigo Héctor Aníbal, junto a quien colaboró en un grupo de rock latino en Nueva York.

Marco es parte del selecto núcleo de los exponentes de la nueva música popular dominicana que encabezan figuras como Juan Luis, Alex Mansilla, Chichí Peralta, Fernando Echevarría y Mickey Taveras. Artistas que en determinado momento fueron dirigidos por Manuel Tejada, considerado el productor más ingenioso del merengue contemporáneo.

«Han pasado mil orquestas de merengue que, bajo la misma fórmula, se encasillan en amenizar fiestas y lo que es el baile. Pero a nivel de aportación musical no han roto esquemas fuertes».

Conforme a sus conocimientos, Marco señala que es impredecible el derrotero hacia donde se encamina la música del vecino país. «Tenemos muchos años haciendo el merengue popular y bailable. A pesar de lo que está pasando en la electrónica, aún no ha recibido un cambio radical musicalmente. Mientras más grupos surjan que se dediquen a romper esquemas y patrones, pueden suceder muchas cosas».

Marco reconoce que, a excepción del disco de Manuel Tejada con la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, el producto más ingenioso en la historia del merengue ha sido Soplando, producido por Juan Luis Guerra a mediados de los 80 con Roger Zayas, Mariela Mercado y Maridalia Hernández.

No contempla que, en un futuro inmediato, se repita un proyecto de similar o mayor trascendencia. Juan Luis elevó el merengue a donde muchos jamás imaginaron pudiera llegar.

«Sin duda. Yo toqué el piano en alguno de sus temas. El estaba regresando de Berklee y ensambló todo su aprendizaje teórico y armónico en un concepto vocal. Lo que hizo fue como un rescate caribeño de la onda de Manhattan Transfer. La disquera Karen Records lo escuchó y dijo “muy interesante, pero rómpeme la fórmula porque hay que vender discos”. Y él entendió por donde tenía que ir, hasta el día de hoy. Lamentablemente proyectos así sólo llegan a un grupo muy selecto y hay que vender discos».

A pesar de que la música es un negocio que produce ganancias multimillonarias, lo cierto es que es arte, y como tal, una expresión del espíritu. No obstante, músicos del conocimiento, la sensibilidad y preparación de Marco Hernández primero deben responder a las exigencias del mercado.

«Es duro, pero lo entiendo y acepto. Entiendo mi rol dentro de lo que es la música popular. También conozco mis límites, aunque a veces tiendo a ser un poco rebelde», concluyó.