Papito jala pa la rumba celeste

Tota

DEBE ESTAR bailando en la eternidad pues se despidió de este mundo tras sobrevenirle un ataque cardiaco mientras descansaba en su hogar en Vista Mar Bahía en Carolina.

Al cierre de esta edición los restos de Miguel Matos Chévere, el popular Papito Jala Jala, continuaban en el Instituto de Ciencias Forenses.

Papito, quien se marchó tras los pasos de Sansón Batalla y Aníbal Vázquez, aparecía dondequiera que se formaba un rumbón. Cuando Don Perignon aún no había concebido el concepto de las Noches de Nueva York y el Congreso de la Salsa Bacardí era un sueño, Papito y sus Jala Jala Dancers lucharon por mantener latente el baile salsero en un medio dominado por el merengue.

Su talento y conocimientos le merecieron ser reclutado como coreógrafo para espectáculos y conciertos como el del cuadragésimo aniversario de la Sonora Ponceña en el Madison Square Garden de Nueva York.

Era un verdadero show observar el despliegue de elegancia, sabor y agilidad con que este hombre de 5 pies y diez pulgadas de estatura y 250 libras bailaba el son y el guaguancó.

Miguel, nombrado Papito en la década del 60 tras participar en un concurso de baile animado por El Gran Combo en el espacio Teeneger’s Matinée de Alfred D Herger por el Canal 11, comenzó a bailar temprano en su niñez.

«Nació para ser bailarín. Desde pequeño escuchaba salsa y comenzaba a bailar”, dijo anoche su hermana Neida Estrada Chévere al recordar que sus orquestas favoritas eran la Sonora Ponceña, el Apollo Sound, El Gran Combo y Willie Rosario.

Papito, quien meses atrás viajó a París con sus Jala Jala Dancers, trabajaba como supervisor en la Comisión de Servicio Público de Puerto Rico. En su tiempo libre impartía clases de baile de salsa en su academia, localizada en su residencia, en Vista Mar Bahía.

Su hermana Neida informó de que desde hoy sus restos estarán expuestos en la Funeraria González Lago de la Avenida 65 de Infantería y que podrían ser sepultados mañana en el cementerio de Villa Palmeras.