Pero aunque el encuentro escénico de Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle en el Coliseo Roberto Clemente el pasado sábado tuvo el gran inconveniente de ser sumamente extenso, Dos soneros… una historia supo cumplir con su encomienda en un espectáculo lleno de detalles que arrancó cerrados aplausos de una gran multitud.
Con una función totalmente vendida, la historia de estos dos soneros se abrió ante nuestros ojos de la manera en que se da cualquier encuentro entre dos buenos amigos. Con un estilo poco convencional la noche comenzó con la entrada por filtración de los músicos de la orquesta.
La proyección de unos vídeos, cuyos diálogos no se oyeron con toda claridad, pautaron la tónica de humor que dominaría parte del encuentro de los protagonistas de la noche. Y seguido a una introducción instrumental, dirigida por el maestro Louis García, se inició la esperada aparición del Caballero de la Salsa y el Sonero de la Juventud.
La entrada de un Víctor Manuelle ataviado por una elegante etiqueta, contrastó de inmediato con un Santa Rosa vestido a la usanza juvenil. Mas el vestuario era claramente parte premeditada de un libreto que, con humor y un toque de sarcasmo, extrapoló a las dos figuras durante la noche. Para reafirmar ese principio, ambos artistas dialogaron sobre sus respectivas apariencias, para luego despojarse en el escenario de las vestimentas y quedar como cada cual proyecta su imagen desde su propio estilo.
Desde ese mismo comienzo, la noche fue fiel a la promesa de que en este espectáculo habría interacción continua entre sus protagonistas. Si bien ambos soneros brillaron en la interpretación de sus números por separado, Gilberto y Víctor levantaron los ánimos de la concurrencia con varias de sus interpretaciones a dúo. De esta forma, su popurrí de temas popularizados por cantantes femeninas, en las que ambos bromearon sobre cómo se hubiesen dado los mismos si ellos hubiesen sido sus intérpretes, marcó uno de los momentos más brillantes de la noche. Igualmente, fueron efectivos en la controversia en la que mostraron la creatividad de ambos en la improvisación. Y finalmente, el mano a mano en la presentación de los invitados reforzó ese principio del soneo así como añadió un toque cordial para agradecer la solidaridad de los compañeros artistas que llegaron al coliseo.
Clase aparte fue la interpretación del tema Patria donde Víctor Manuelle y Gilberto Santa Rosa brillaron en su mensaje de reafirmación nacional. Ante ello, la utilización del recurso audiovisual complementó el mensaje musical con las imágenes de líderes de nuestro contorno sociopolítico, deportistas como Roberto Clemente, Tito Trinidad, Piculín Ortiz, Iván Rodríguez y el nuevo monarca mundial, John Ruiz; así como imágenes de la multitudinaria marcha pro Vieques celebrada en 1999. Posteriormente, la interpretación del dúo final, Amigos, selló la razón de ser de este encuentro. Y con la salida de escena de ambos, se dio finalmente el regreso para la despedida al son de un popurrí de algunos de sus sonados éxitos.
Sin embargo, aunque el cierre musical era el ideal, no tuvo el impacto que bien merecía ante lo prolongado del espectáculo de casi tres horas de duración. Por suerte para la producción, el grueso del público quedó en sus asientos hasta el final del concierto. Mas este contratiempo que se dio en la noche de estreno debe haber servido de advertencia para la puesta en escena de ayer domingo.
Porque la revisión y corte en el repertorio se hizo evidente en esta primera noche. Mas cuando la primera ovación de pie, a raíz del comienzo del espectáculo, se vino a dar a la hora de comenzada la jornada con la interpretación de Vivir sin ella de Gilberto Santa Rosa. Ese, sin lugar a dudas, fue un momento triunfal. Y por demás marcó el verdadero “arranque” del espectáculo musical.
Mas fuera de ese punto, este esfuerzo en el Clemente por parte de Gilberto y Víctor Manuelle denotó mucho profesionalismo. Santa Rosa, como todo señor de la canción, hizo galas de su dominio interpretativo, mientras Víctor Manuelle hizo lo propio con sus interpretaciones y supo darse a su público. Por ello los aplausos no les faltaron. Y las expresiones de afecto para ambos se evidenciaron en innumerables ocasiones.
Como complemento a este concierto hay que resaltar la excelente ejecutoria de Louis García en la dirección musical y la labor de una orquesta compuesta por verdaderos profesionales. Igualmente, la producción de Tony Mojena fue efectiva en varios aspectos técnicos, entre ellos en el sonido de Wichie Sound, que se pudo apreciar con bastante fidelidad desde nuestro palco, así como la escenografía de Francisco Rodríguez que adornó con eficacia la tarima diseñada por Up Stage. En un aspecto más discreto estuvo la labor de Orto Gutiérrez con sus seis bailarines en la coreografía y el trabajo en las luces de Musique Xpress que, en diseño y dirección de Edward Avilés, lució más llamativo en las pantallas que en el propio escenario.
(Esto, obviamente, es uno de los problemas que un espectáculo enfrenta cuando su concepción tiene que ser delineada pensando también en la televisión.)
No obstante, Dos soneros… una historia no dejó de ser una propuesta válida en su noche de estreno. Si bien es cierto que su duración fue excesiva, no por esto adolece de méritos para ser reconocida. Por eso, el aplauso del público los acompañó hasta el final. Y en tan importante labor, Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle supieron reafirmar desde la música la importancia de la amistad y la solidaridad.
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