Benny More murio hace 40 años

Tota

Beny Moré, el cantante y compositor cubano conocido como “El bárbaro del ritmo”, un artista genial coronado rey y leyenda viva de la música popular de la isla, murió hace hoy 40 años.

Se inició en la música de niño, cuando aprendió a tocar la guitarra y amenizaba fiestas y serenatas en Santa Isabel de las Lajas, la ciudad donde nació el 24 de agosto de 1919, que inspiró una de sus canciones más conocidas y donde le rinden homenaje cada aniversario de su nacimiento y muerte.

Beny Moré fue un tenor de amplio registro, considerado como un cantante que demostró cualidades de excepción, un estilo singular, afinación perfecta, voz de timbre irrepetible, con dotes de improvisador y un director de orquesta poseedor de una intuición extraordinaria.

Aprendió guitarra con un amigo de la niñez, también percusión y en sus inicios hizo incursiones en el bolero tradicional el llamado bolero-son y el bolero-canción, pero luego incorporó otros ritmos como el mambo y el cha-cha-chá.

Su primera canción, “Desdichado corazón”, la compuso a los 14 años, y detrás llegarían unas 200 grabaciones con las que demostró sus capacidades naturales.

A Bartolomé Maximiliano Moré le llamaban Bartolo sus más allegados y Beny fue el nombre artístico que adoptó a sugerencia de otro grande de la música tradicional cubana, Miguel Matamoros, quien reparó en su talento y lo incorporó a su conjunto en la década de los años cuarenta.

Precisamente de la mano de Matamoros y como parte del conjunto que éste dirigía Beny llegó en 1945 a México, donde conoció a otro gran músico cubano, Dámaso Pérez Prado, apodado el “rey del mambo”, con quien adquirió una de las experiencias más importantes de su carrera artística.

En México actuó en el cabaret “El patio” y allí se casó con Margarita Bocanegra, 23 días después de haberle propuesto matrimonio, según relató ella misma.

Con Pérez Prado grabó discos, filmó películas y cantó con la orquesta de éste hasta su regreso a Cuba en 1953, donde trabajó un tiempo con la orquesta Bebo Valdés, padre de uno de los más importantes pianistas de la isla, Chucho Valdés.

Aunque nunca recibió una clase de música y se formó de manera autodidacta, el artista creó su propia orquesta, su “Banda Gigante”, a semejanza de las bandas de jazz norteamericanas, a la que imprimió su personal estilo y con la que recorrió Puerto Rico, Colombia, Venezuela y varias ciudades de Estados Unidos.

Su gran género fue el bolero, con el que dio rienda suelta a los más controvertidos sentimientos, desde la desilusión de un amor mal correspondido, como “Mi amor fugaz”; el amenazador “No te atrevas” o el reclamo en “Dolor y perdón”.

El propio Moré dijo en una oportunidad que su “éxito reside en cantar como suene bien al oído, poniéndole a las cosas el ritmo que me corre por las venas”.

Sus más conocidos revelan que gustaba de la comida tradicional, acostumbraba a desayunar huevos pasados por agua condimentados con abundante ajo, sal y aceite, y prefería el ron a la cerveza.

Hasta en el vestir tenía un estilo personal y único, y aunque se caracterizaba por su desenfado, acostumbraba a llevar un sombrero de ala ancha y trajes amplios con tirantes, y el bastón era para él un objeto imprescindible.

La programación de algunas emisoras locales recordaba la desaparición del artista en plenitud de su carrera a los 43 años a causa de una grave dolencia en el hígado.

“Es la rebelión de lo popular, la ascensión del estilo popular cubano. De ahí su autenticidad y su fuerza”, según la definición del musicólogo Helio Orovio.

Para uno de sus tantos admiradores fue un auténtico “show-man”, un “espectáculo, era sencillamente una personalidad magnética, un genio que aún impacta”.

Sus admiradores guardan con celo sus discos, reproducidos en casetes y discos compactos, una emisora de radio de La Habana mantiene fijo un programa diario con su música y no hay repaso a la música popular cubana del siglo pasado en el que no figure en lugar destacado.