La locura por el casino comenzó en Miami hace unos diez años, pero ha sido en los últimos cinco cuando ha traspasado los recintos de casas privadas y fiestas de “quinceañeras” para convertirse en el principal baile que enseñan las academias de salsa.
Basta pasarse una noche por la academia “Salsa Lovers”, en el suroeste de Miami, para comprender las razones que han llevado a más de 45.000 personas a aprender a bailar este complicado híbrido de salsa.
“Guapea”, grita el instructor René Gueits para avisar a más de 15 parejas que están a su alrededor del inicio de un nuevo paso, uno de los 300 de este baile, que, por bailarse en círculo, también se llama casino rueda.
Gueits, un cubano-americano de segunda generación, es el fundador de “Salsa Lovers” (www.salsalovers.com), la principal academia de casino en el mundo, seleccionada cada año por el semanario “New Times” como la mejor escuela de salsa en el sur de Florida.
Cuando no lo está enseñando en Londres o Estocolmo, está cada noche en Miami, para motivar primero a los principiantes, enseñar de verdad a los de nivel medio, y alardear con los avanzados.
“El casino surgió en los años cincuenta en Cuba y se dio a conocer en un club de gente de dinero en La Habana que se llamaba Casino Deportivo”, dijo a EFE Gueits, quien aclaró que entonces se bailaba con música de son, guaracha y rumba.
El casino actual, al que Gueits ha añadido mas de cien nuevos pasos, se baila a un ritmo más vibrante y rápido de música de salsa.
En Miami, se baila una modalidad más complicada, pero de enorme belleza coreográfica, con pasos más cerrados.
Las parejas se reúnen dentro de un círculo que se agranda cuanto más numerosas son. El líder del grupo se sitúa en medio de la rueda y a cada momento grita los cambios de pases con palabras con doble sentido, como guapea, dame una, abrázala, balsero, exhíbela, dame una, dame dos con perestroika, vacilala, pa´l medio, o ponle sabor.
“Uno, dos, tres”, repite Gueits las instrucciones, intercambiando frases en inglés y en español a cada momento, aunque por el ruido de la música, también hace señales con los dedos y las manos, mientras los que bailan cambian constantemente de pareja.
Da la impresión de que cada pareja está mas pendiente de las instrucciones del líder que de ella misma y las rotaciones frecuentes parecen quitar intimidad a una muy en particular.
Pero eso no quita para crear un gran espectáculo de baile y una gran interacción entre los participantes.
Evelio Sánchez tiene 58 años y aunque ya se ha graduado en la academia, lleva dos años viniendo todos los miércoles a “practicar”, según dice.
“No era posible que yo siendo cubano no supiera bailar una cosa tan cubana como el casino. Por eso vine a aprenderlo y ahora lo disfruto cada semana”, afirma mientras saca a bailar a una chica al menos 40 años más joven que él.
Claudia, una muchacha cubano-americana, ha traído a su novio estadounidense, Stevie, para que aprenda a bailar salsa.
“El pobre es un poco patoso para los ritmos latinos, pero aquí me han dicho que hacen milagros”, declara mientras se desespera por los movimientos bastantes torpes de su novio.
Stevie, a siete dólares la hora y una vez a la semana, necesitará por lo menos de cuatro a cinco meses para poder llegar al nivel avanzado.
“A bailar salsa”, grita otro instructor, mientras se escucha a Celia Cruz y el inmenso salón de la academia vibra con la intensidad de decenas de parejas bailando casino.
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