Fue una noche de emociones para el cantante, quien se desplomó en llanto en medio del evento al percibir el calor de la fanaticada que abarrotó la sala de festivales para compartir su “retorno” artístico luego de unos meses de alejamiento como consecuencia de los problemas personales y de salud que lo llevaron a recluirse por cinco semanas en una clínica de rehabilitación en Cuba.
“Gracias” le permitió a Domingo Quiñones reafirmarse como uno de los vocalistas de mayor recurso interpretativo en la salsa. Su voz lució clara, aunque en ocasiones abusó con imponer sus registros agudos, que en algunos temas llegaron a sonar estridentes. Igual sucedió con su empeño de someter algunas de sus melodías a modulaciones graves, restándoles brillo.
La orquesta que le acompañó, dirigida por el maestro Charlie Sepúlveda, estuvo admirable, aunque las consistentes fallas del sonido impidieron apreciar, por momentos, la claridad de muchas de sus ejecuciones, lo que también afectó sobremanera el trabajo del cantante y hasta lo hizo lucir incómodo.
Fue un espectáculo sencillo, de tres horas de duración. El artista mostró una breve radiografía de su carrera musical, incluyendo la interpretación de varios temas que aparecerán en su próximo álbum.
La producción fue pobre. La ausencia de un buen libreto y los desatinados usos de la pantalla gigantesca que capturó el centro de la tarima –en la que se presentaron varias imágenes inconexas– causaron perturbación.
El texto inicial de la velada fue la emisión de varias reseñas periodísticas alusivas al incidente policial en el que el salsero se vio involucrado el pasado marzo, poco antes de aceptar públicamente su recaída en las drogas. Seguido se mostraron otras imágenes en las que se recordaron momentos anteriores y más refulgentes de su vida.
A todas luces, este recurso se volcaba en lo que parecía ser el inicio de la construcción de un discurso que combinaba una genuina expresión de culpa por lo acontecido (las drogas) y, al mismo tiempo, un matiz de gratitud por el apoyo de sus fieles seguidores. Empero, el tono con que el artista manejó éste y otros remates se percibió desafiante, impetuoso y agitado.
La interpretación del tema “El más buscado” puso en perspectiva los sentimientos del cantante justo al inicio del espectáculo. En su melodía consignó los momentos de angustia que lo arroparon al sentirse preso de su condición enferma, al tiempo que sus versos parecían traducirse como una riposta por los alegados acechos de quienes lo buscaron en ese tiempo para conocer de su condición de salud y ánimo.
Luego cantó “Después de la caída”, “Frente a ustedes”, “Soy”, “Si tú te vas”, “Se necesita un milagro” (en el que el salsero rapeó), “A que no te atreves” y “Lo reconozco”.
Como parte de su repertorio y para agradecer la solidaridad y el amor de sus hijos interpretó “Mis hijos”, composición de Oscar D´León en la cual la melodía salsera se fundió con las nuevas expresiones del reggaetón. En esa escena arribó su hijo mayor Josh y su sobrino Christian, quienes resarcieron la bondad con un tema rapero.
El evento prosiguió con “Cuando se necesita más”, “Salsumba” (grabado originalmente junto a la banda de Tito Puente), “Tú cómo estás”, “Yo te conozco”, “Paco” y “Sueño”. También vocalizó “La fama” en homenaje al fenecido Héctor Lavoe.
Además de acentuar fatigosamente sus agradecimientos, Domingo Quiñones hizo testimonio de su aguda visión social al criticar a los gobiernos que oprimen las naciones, las desigualdades sociales y la guerra.
Hizo énfasis en el conflicto bélico que emprendió Estados Unidos y las potencias aliadas contra el pueblo de Irak, reafirmándose, a su vez, en la responsabilidad social de su arte como vehículo para atestiguar y reprender las injusticias, lo que consignó con la interpretación de unas décimas.
Para finalizar, cantó “No hace falta”, “He decidido” y “Tiburón”, esta última dirigida a Vieques y en la que, intentando retomar la temática de la canción homónima que Rubén Blades y Willie Colón grabaron en 1981, aludió a la lucha por la reconstrucción de la Isla Nena toda vez que “el tiburón ya se fue (la Marina de Guerra de Estados Unidos) y ahora se puede pescar”.
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