Pedro Arroyo entusiasta propulsor de la salsa

Tota

PEDRO Arroyo goza de una figura imponente, ganada al paso de muchas batallas en las que ha adoptado como norte el amor por su patria, su cultura y su música.

Pronto cumplirá 25 años como miembro del equipo radial de Z-93, la estación que, gracias a su empeño y perseverancia, ha logrado distinguirse como la más importante difusora de salsa del país.

En sus hombros ha recaído parte de la responsabilidad de que el género salsero haya sobrevivido a pesar de las tendencias del mercado discográfico y las modas musicales que lo han tratado de llevar a su ruina.

Nadie duda de que la hazaña de Pedro Arroyo ha contribuido a la solidificación del género, ya sea desarrollando una programación de excelencia o en la misión de crear el “Día nacional de la salsa”, que este año se celebra el 21 de marzo en el estadio “Roberto Clemente Walker” de Carolina.

Y es que su pavorosa personalidad ha adoptado la custodia de la expresión sonora caribeña, la que define como “ente gestora de las señas de nuestra identidad”.

Entusiasta defensor de la salsa

Pedro Arroyo, quien nació en Santurce el 22 de octubre de 1951, comenzó su estancia en Z-93 el 1º de abril de 1979 como operador de controles, en tiempos en que la emisora era automatizada y cuando se tocaba salsa y merengue.

Antes se había desempeñado como artista gráfico en imprentas y agencias publicitarias, y siempre fue un apasionado y conocedor de la música afroantillana.

El hoy jefe de programación de Z-93 y autor del “Día nacional de la salsa”, cuya vigésimoprimera edición se les dedica a Willie Rosario y a la Sonora Ponceña, creció rodeado de armonías, escuchando música y compartiendo escenarios junto a los cantantes latinoamericanos de más renombre.

“Yo me crié en la casa de uno de los más grandes pianistas que ha dado Puerto Rico: Luisito Benjamín, un artista de todos los géneros y que solía acompañar a todos las estrellas que venían a la Isla”, asegura.

De esa manera, cuenta, conoció a Lucho Gatica, Gilberto Monroig, Marco Antonio Muñiz y Santos Colón, entre otras personalidades que le indujeron su amor por el arte.

Antes de integrarse a la familia de Z-93, Pedro Arroyo había tenido su primer acercamiento con la música como parte del departamento gráfico de la casa de discos Montilla Records, que poco después pasó a manos del jeque del imperio musical de Fania, Jerry Masucci, y se conoció como Salsa Records.

“Cuando Masucci compró el sello, me quedé desempleado. Fue entonces cuando me aparecí por la casa de Cheo Feliciano, quien era mi vecino aunque no lo conocía. Me presenté y, con mi cara de lata, le pedí de favor que hablara con Masucci para que me diera una oportunidad y así recuperar mi empleo”, cuenta el veterano programador.

Días después fue nombrado director de imprenta de la casa discográfica, en 1978. Esa experiencia le abrió las puertas en el mercado del disco y se dio a conocer entre las grandes figuras del género.

Un año después la discográfica cerró y Pedro Arroyo regresó al mundo de las artes gráficas, en este caso con la agencia de publicidad Premier Maldonado, de donde meses más tarde partió a Z-93.

“Julio Toro, quien era director de mercadeo de la estación, fue quien me trajo. Me hizo el acercamiento en marzo de 1979, cuando se celebró el ´Concierto mayor de los soneros´, al que asistí acompañando a Ismael Rivera, quien era mi amigo”, relata.

El 1º de abril de 1979 ingresó a Z-93 en calidad de operario, a la vez que le dio vida a la imagen de “El salsero enmascarado”, que entonces se usaba como efigie en las campañas de promoción.

Luego fue asistente de programación y poco después asumió toda la obligación de organizar la rotación musical de la emisora, sus intervalos comerciales y sus pautas promocionales, sin alterar la sincronía que debe regir un ciclo radial.

Por más de dos décadas, Pedro Arroyo ha sido protagonista del desarrollo de la salsa, ha visto surgir grandes exponentes del género y ha sufrido la muerte de otros tantos.

Mas su mayor logro, y su satisfacción, es saberse cómplice en la faena de velar por la perennidad del género, aun cuando admite su preocupación por la carencia de nuevos talentos que la perpetúen, responsabilidad que les atribuye a los desenfoques y dejadez de las poderosas compañías discográficas.