Oscar de Leon Ruge como nunca en Long Beach

Tota

Es el único salsero que viene a la Costa Oeste tres veces al año, y cada presentación es un lleno. Oscar D’León ha sido calificado por la crítica como un fenómeno musical internacional. El sonero venezolano y su orquesta son casi indispensables en todo festival de música afrocaribeña de los cinco continentes, y es de los pocos que, al igual que tenores o cantantes de ópera, tiene más de un año de contratos cerrados por adelantado.

“El Sonero del Mundo”, “El Diablo de la Salsa”, “El León de la Salsa” son los apelativos que a lo largo de estos 33 años se ha ido ganando en un afán de describir lo que es D’León en una tarima levantada en un estadio, en un coliseo, en un teatro o simplemente en una discoteca o club.

La noche del jueves, en el nuevo club Vault 350 de Long Beach, fue una confirmación más de esa energía y carisma del sonero que muchos otros cantantes quisieran tener. Un local elegante, con un buen equipo de sonido, estuvo discretamente lleno, aunque no abarrotado de gente como es lo que acostumbra a tener el venezolano.

Pero el espectáculo es siempre el mismo, como si estuviera en la Feria de Cali, en el Día de la Salsa, en Puerto Rico, o el Festival de Salsa de Islas Canarias. Oscar D’León subió al escenario y comenzó sus dos horas y media de canciones, con su inigualable forma de bailar, solo o con las damas que quieren estar al lado de su ídolo —y hasta de una bandera peruana—, para mostrarle que los peruanos siempre están con él. Todo sin corte “comercial”.

No son muchos los cantantes salseros que pueden viajar con toda su orquesta. Presupuestos de hoteles, pasajes de avión y otros gastos hacen que las presentaciones de ellos sean con músicos locales de la ciudad que visitan.

Esos privilegios de traer a toda una orquesta y representantes, entre 20 y 22 personas, se conceden únicamente cuando el cantante o la agrupación es garantía de un buen espectáculo y de un lleno total. Es el caso, por ejemplo, de El Gran Combo de Puerto Rico y el de Oscar D’León.

El venezolano no podría presentarse sin su orquesta, que es parte esencial de su actuación, calificada por algunos como de la de un showman. Sus músicos, todos ellos venezolanos, tienen a su lado por primera vez a un cubano, Orlando Mosquera, con quien D’León ha hecho su reciente producción discográfica, Así soy.

El jueves, Mosquera, quien toca el teclado, y Luis Pereyra, trombonista que dejó este instrumento para tocar el tres cubano, le dieron ese sabor isleño que requiere Ven morena, uno de los temas clásicos cubanos que no deja de interpretar.

Son más de 60 discos grabados, suficiente material para ofrecer diferentes temas y de todas sus épocas. Pero como también es parte de su especialidad, “El Diablo de la Salsa” canta lo que allí le pida la gente, o lo que le venga mejor al ambiente.

Hubo canciones de Así soy, como Enamoradito, No volveré, Tuyo es mentira, con secuencias de temas que hacía mucho no se le escuchaban como María, Frenesí, Tú no sabes na’. Sin embargo, la gente siempre pide Me voy pa’ Cali, esta vez con una variación que consistió en introducir una buena parte de Cali pachanguero, el tema que lanzó a la popularidad al Grupo Niche, de Colombia.

Definitivamente fue una noche en que los colombianos presentes en el Vault 350 salieron ganando, porque también les dejó escuchar un medley de cumbias con la infaltable Pollera colorá. Muchas jóvenes de la tierra del café y las esmeraldas, emocionadas y felices, entre gritos y baile, se acercaron a la tarima para darle la mano al salsero que, al parecer, es quien más goza viendo a su público feliz.

En realidad, nada lo hace más feliz que ver a hombres y mujeres se le acercan para estrecharle la mano. Es lo que hace que se olvide que tuvo que volar de Guatemala a Costa Rica y de allí a Puerto Rico para estar el jueves en Long Beach con sólo unas horas de sueño. Y que a las 6:00 de la mañana del viernes debía estar volando a San Francisco y continuar a Miami y Orlando.

Nada de eso cuenta cuando tiene a sus admiradoras subidas a la tarima, cuatro, cinco o seis de ellas, que esperan dar unos pasos de salsa con D’León y besarlo. Dirigiendo su orquesta, cantando e improvisando, “El León de la Salsa” sigue rugiendo como si acabara de comenzar su carrera.

Su potente voz de barítono le permite esas altas notas que le exige cantar El rey, la conocida ranchera de José Alfredo Jiménez, para agradar a los mexicanos que son los más numerosos en este estado. Y les brinda Si nos dejan a las parejas que quieren tomarse un descanso.

Mi hijo y yo, el conocido tema que interpreta con su hijo Yomar, quien ahora toca los timbales en la orquesta, fue uno de los más aplaudidos. Yomar ya dejó de ser el inquieto muchachito; ahora es excelente para el baile, pero no tiene la voz de su progenitor.

No fueron los mexicanos los únicos complacidos. D’León cantó a los peruanos un vals a ritmo de salsa, que se lo agradecieron mostrándole la bandera bicolor de ese país. A los colombianos, los mimados de la noche, los emocionó nuevamente con Soy colombiano, un bambuco, ritmo típico de los pueblos del interior del país. A sus paisanos, los venezolanos, los saludó con Caballo viejo, del compositor Simón Díaz. Y para terminar, a los puertorriqueños les recordó una buena plena, Yo vine pa’ averiguá.