La cita era en el vestíbulo de uno de los hoteles más importantes de esta ciudad. El reloj le imponía apurar cualquier encuentro, porque debía presentarse en uno de los programas más vistos de la televisión local, el show de Susana Giménez -lo ven todas las noches entre 4 y 5 millones de argentinos- para inmediatamente actuar en un local bailable, ante unas tres mil personas.
Pese a todo, no mostró urgencias para charlar de diversos temas, para luego prestarse a una sesión de fotos.
“Vengo a sembrar, y digo sembrar como para que en un posterior viaje, con más tiempo, se me conozca bien”, aclaró. De más está decir que no pudo aceptar, por ese maldito reloj, el pedido de caminar con nosotros por las calles de Buenos Aires para comprobar que en todas las tiendas de discos está su música a la venta, aunque sin llegar a una total popularidad. Mas no vaciló en posar para nosotros y dejar para la posteridad esta visita a nuestra tierra.
Con respecto a su infatigable agenda, comentó: “¿Les sorprende que llegue de tan lejos, haga todas estas cosas en apenas horas y casi sin dormir viaje a Chile, actúe, y casi sin dormir me tome un avión de regreso? Una vez fui a un médico en Nueva York. Un genio. Fui simplemente para hacerme un chequeo. Cuando le comenté lo que hacía, y cómo lo hacía, el médico, de origen chino, me aseguró: ‘Usted vino al lugar equivocado. Usted no necesita un médico, usted necesita un entrenador’. Sí, estoy acostumbrado a la intensa actividad”.
Ve más fotos de su presentación en Argentina
Entre la salsa y el reguetón
Un sorbo de café en taza grande -“perdona, pero el café, para mí es un vicio”- y cambiamos de tema.
En la Argentina el reguetón, en un año, tuvo una impresionante repercusión, especialmente con Vico C y Calle 13, pero también con Don Omar y Tego Calderón. ¿Qué sucede con la salsa?
–Yo respeto a ese movimiento musical que comenzó hace más años de lo que la gente piensa y que ahora está en un momento de mucho éxito. Se inició siendo una versión en español del hip hop y fue desarrollándose como reguetón. Puede gustarle a mucha gente, a otra no, pero yo los respeto porque entiendo que lo que hacen es auténtico. Trabajé con Don Omar, con Vico, con Tego, siempre a manera de colaboración, nunca con la idea de cruzar la raya. Los conozco muy bien. Pienso que la gente que llega a tener éxito en lo que hace, es que tiene algo, alguna fibra positiva. ¡Cómo negar eso!
¿El reguetón, o la música urbana, es una enfermedad que se cura con los años y al final se termina en la salsa?
-En primer término, como salsero, a los reguetoneros no los veo ni como una competencia ni como una sustitución. Cada uno con lo suyo. Sólo que mi música trata de no ofender a nadie, trata de divertir y, en mi caso, con la temática del romanticismo, porque el romanticismo no morirá nunca. Todos, con el tiempo, nos volvemos románticos. ¿Si me gusta el reguetón?, diría mejor que no me disgusta. Y no respondo así para quedar bien. Sucede que soy incapaz de criticar a nadie porque no haga las cosas que yo hago. Sé que mucha juventud sigue al reguetón, pero la salsa en Puerto Rico está tomando un giro interesante. Hay generaciones nuevas que están haciendo un tipo de investigación sobre lo que son nuestras raíces musicales. En Colombia, en Perú, en República Dominicana, en Ecuador o Panamá, el público de la salsa es muy joven. Público de 17 y 21 años que son amantes de la salsa. Hay para todos los gustos.
Lo mejor y lo peor
Le proponemos un juego, el de regalarle un discompacto de un reguetonero: Calle 13, Don Omar, Vico C, Tego, Daddy… ¿Cuál elige?
-Sin ofender a nadie, deme uno de Vico C. Me parece el más completo, el más musical. Vico C ha podido manejar el lenguaje sin tener que cruzar la línea, sin una mala palabra. Y eso me parece espectacular.
¿Qué es lo mejor y lo peor de Puerto Rico?
-Mi país es pequeñito, pero tiene de todo; montaña, playa, una vida nocturna increíble. El que quiere pasarla bien, la pasa bien en la ciudad, en el campo, en la costa, dondequiera. Y la gente es hospitalaria, amigable, muy chévere. ¿Lo peor?… Creo que es lo de muchos países, esa política que se encarga de no permitir que un país sea mejor. A veces los partidos políticos entienden que es más importante adelantar su causa de partido que su papel de servidor público. Pero en estos días, el pueblo de Puerto Rico está ante un reto muy grande, porque se está a meses de las elecciones.
Show y ducha
En Megadisco Kory, a las afueras de la ciudad porteña, Gilberto Santa Rosa -después que lo vieran millones de argentinos en televisión- actuó ante unos tres mil asistentes, algunos de ellos exageradamente exaltados, quienes pugnaban por ascender al entarimado para abrazar al salsero en plena tarea, quien estrechaba sus manos con mucho afecto.
Varias banderas puertorriqueñas, algunos carteles con un “Argentina te ama”, dieron marco a su show. Interpretó 17 canciones, desde “Déjate querer” hasta “Lo grande que es perdonar”. Éxito total ante un público muy variado. La verdad es que el “Caballero de la Salsa” mereció un local más céntrico de Buenos Aires, pero lo suyo fue impecable, comenzando por su traje de excelente corte, camisa y corbata -“los feos se tienen que vestir bien, si no…”, dijo con una sonrisa- hasta la calidad de su repertorio.
A propósito del traje, éste fue manchado por un espectador que, porque a un amigo no se le dejó subir a la tarima por el personal de seguridad, arrojó su botella de cerveza que uno de seguridad evadió, volcando el líquido sobre la inmaculada indumentaria de Gilberto. Éste detuvo el tema ocultando su indignación, para retomar su show con otra canción.
Cosas que acontecen de manera impredecible, y que no estuvo acorde a la investidura de un “caballero”, título seudonobiliario que bien merecido tiene el astro puertorriqueño.
© CARACOL S.A. Todos los derechos reservados.
CARACOL S.A. realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados.