Era un viernes de soltera y quería conocer a alguien pero sin "involucrarme". Me daba pereza responder las preguntas de dónde trabajas, qué estudiaste, dónde vives, etc. Entonces decidí llamarme Alicia, no tener edad y vivir lejos.
Sin más rodeos "estuvimos" dos veces y en la repetida él me pidió que me quedara más tiempo, con juegos de arrunche me tenía atrapada en sus sábanas pero con afán debía salir a mi casa, era tarde y trabajaba al otro día.
Me dio mal genio que no me soltara, me reía pero ya era suficiente y le grité: "Déjame ir que cuando estoy furiosa no me gustan los juegos a ****** (mi verdadero nombre) no le gusta que le lleven la contraria".
Tuve que reconocer mi mentira y mostrarle la cédula para garantizarle que ese nombre sí era el mío, el verdadero.
Perdí a ese buen amante por mentirosa pero es que no tengo el nombre para decirle: "Quiero sólo sexo sin preguntas".
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