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Cómo ahorrar dinero en familia, y cómo concientizar a los hijos

Tota

Consejos y trucos indispensables para que cuando no se pueda gastar más, o sobrevenga una crisis, la economía doméstica sea compartida por padres e hijos.

Toda una familia puede ahorrar en la economía doméstica recurriendo a sencillas técnicas compartidas por padres e hijos, porque el dinero desaparece sin que uno se de cuenta en las cosas más mínimas.

Porque si se quiere dormir tranquilo, debe asumirse, por un lado, que no se puede gastar más de lo que se tiene, y por otro, recurrir a la imaginación para ahorrar desde en una primera comunión hasta en pintar las paredes o en redecorar la casa con los propios muebles.

Objetivos realistas de gastos para hijos y para padres, si realmente se quiere ahorrar:

Aunque los padres sean conscientes de que el dinero no llega, su buena predisposición no servirá de nada si no saben transmitir el problema a los hijos lisa y llanamente, en lugar de evitarlo por no preocuparles.

Pero antes de comenzar a ahorrar deben perseguirse objetivos realistas, para lo que la familia se reunirá en dos grupos (pareja frente a hijos), para que partiendo de unos gastos básicos –transporte, diversión, ropa, comida, calefacción, móviles etc.- cada equipo haga el presupuesto mensual que considere lo más ajustado posible.

Una vez confrontados los consumos reales, se pactarán los gastos personales. La pregunta: “¿con qué mínimo te puedes arreglar?” suele dar resultados muy positivos entre los hijos, porque les hace sentir que se cuenta con ellos.

La cartera y el monedero, ayuda indispensable para el ahorro

Algo básico que suele olvidarse en los malos tiempos es que casi todo puede repararse: desde coser un agujero en un slip en lugar de comprar otro, hasta arreglar un pequeño electrodoméstico roto. Otro importantísimo papel en el ahorro lo desempeña el/la responsable de la economía familiar, pues lo que no se tiene en casa no se consume, pero debe estar preparado/a para las malas caras si alguien pregunta por los helados y se le contesta que no hay.

No obstante, la mejor manera de controlar el gasto es guardar un papel y un pequeño lápiz en el monedero o cartera de cada miembro de la familia, con el compromiso de apuntar a diario cada consumo que se haga, por pequeño que sea. La razón es que no se suele ser consciente de lo que se gasta en un solo día hasta que al final del mismo se comprueba la suma resultante.

Al acabar la semana cada miembro justificará los pagos que ha hecho y por qué importe, para anotarlos en un cuaderno comunitario.

Controlar el gasto prescindible de toda la familia, fundamental para llegar a fin de mes

Posteriormente se sumarán todos los gastos por separado para comprobar qué miembro de la familia ha gastado menos responsablemente, y por tanto desajusta más el presupuesto. Puede tratarse desde la cerveza del padre con los amigos, hasta las chucherías del niño o la cosmética del todo a cien de la adolescente, pasando por las revistas del corazón de la madre.

Al sumar el total familiar se percibirán claramente los gastos superfluos a los que no se les da importancia, pero en los que se incurre sistemáticamente. Porque a veces la economía doméstica se desequilibra con cosas totalmente prescindibles: desde los dos litros diarios de coca-cola (equivalentes a algunos filetes), a la comodidad de no levantarse un poco antes para compartir transporte con un familiar y ahorrarse el transporte público.

Si por último se multiplican estas cifras evitables por una anualidad, puede descubrirse que una de ellas equivale, por ejemplo, al gasto anual de agua de toda la familia.

Las tarjetas y los créditos, enemigos acérrimos del ahorro familiar

Un segundo paso que facilitará enormemente el ahorro será suprimir las tarjetas de crédito. Para ello habrá que contar con la negativa por principio de las entidades bancarias a que nos deshagamos de ellas: “si no la usas ¿para qué la vas a devolver?”.

La que se conserve (con una de débito es suficiente) se guardará en casa para casos excepcionales en los que solo se pueda pagar con tarjeta. Porque es un hecho demostrado que si se llevan encima, se usan.

Por el contrario, si se sale a la calle tan solo con dinero en metálico, en más de una ocasión se evitará comprar algo al no disponer de cash, al tiempo que una reflexión posterior confirmará que el gasto era prescindible.

Y para finalizar, los temibles créditos o la pescadilla que se muerde la cola. Un ejemplo: si la televisión se estropea y se compra una nueva a plazos, estos se unirán a los de créditos anteriores lo que hundirá aún más la economía familiar. Pero si se adquiere de segunda mano –en establecimientos de compraventa o entre particulares- no solo se reducirá considerablemente el desembolso, sino que se evitará la acumulación de nuevos gastos mensuales.