
Con más de tres millones de participantes, de ellos dos millones y medio fueron asistentes, el éxito de la edición de este 2025 abrió pasó a la proyección para el 2027, logrando la democratización del arte y permitiendo que la capital colombiana se convierta en un referente artístico.
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Santiago Trujillo Escobar, secretario de Cultura, Recreación y Deporte, mencionó el impacto positivo de BOG25, no solo para la ciudad, sino también en la transformación social, la resignificación de la cultura y el posicionamiento de Bogotá como referente en eventos culturales.
“La Bienal fue, ante todo, un gran acto de amor por Bogotá, una declaración colectiva que reafirmó que esta ciudad tan vasta, tan compleja sigue siendo capaz de sorprenderse y de creer en sí misma. La Bienal no sólo cambió el paisaje urbano; sino la forma en que nos miramos unos a otros como habitantes de un mismo territorio. Fue una estrategia pensada con rigor y liderada con entusiasmo por el alcalde Carlos Fernando Galán, vivida con intensidad y emoción. Un proyecto que, más allá de su dimensión artística, sembró orgullo y confianza en medio del ruido y la polarización”, afirmó el secretario.
Más de 250 artistas nacionales e internacionales tuvieron la oportunidad de participar de la Bienal, 12 países hicieron parte del proyecto, llenando la capital de arte entre lo urbano, barrial y popular. La BOG25 puso el arte al alcance de todos los públicos en sus 28 sedes. En medio de los artistas se destaca una delegación de mujeres de Ciudad de México como invitada de honor.
Lo que generó un mayor interés en la Bienal fue su entrada libre y gratuita, distintas exposiciones y eventos aptos para distintas edades, con distintos enfoques y en distintos espacios para lograr un mayor alcance. BOG25 no es la primera bienal de arte de Colombia, se han realizado actividades similares en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena, pero BOG25 arca un hito para el ecosistema artístico de la ciudad y del país por tres razones:
Pero más allá de los números, BOG tuvo un impacto en los ciudadanos, generó conversación, unión, reflexión y una mayor planeación a futuro; el arte logró su objetivo principal, invitar a participar e incluirse a disfrutar, revisitar, y redescubrir la ciudad, su arquitectura, la belleza de sus Cerros Orientales y hacer memoria de sus mitos fundacionales como el río Vicachá, con epicentro en el Eje Ambiental, hicieron que los bogotanos y los visitantes se volcaran a recorrerla con ojos y sentimientos renovados.
Este nuevo clima de entusiasmo y conexión con la ciudad también dejó un impacto significativo en la percepción de orgullo entre los bogotanos: de 2.091 personas encuestadas en distintos eventos de la Bienal, el 94.3% dijo que el evento les hizo sentir más orgullosos de la oferta cultural de su ciudad.
Semilla, de Vanessa Sandoval, y Cuna de humedales, de Leonel Vásquez, ambas ubicadas en el Parque de los Novios; el enorme monolito de Iván Argote, Dándole peso a unos besos, instalado en la Plazoleta del Rosario; Pabellón de Las Nieves, la esfera estratigráfica de Alejandro Tobón; Arañas del paraíso, de María Fernanda Cardoso; el globo gigante del Museo Aero Solar y Standard Flag, de John Gerrard, localizada en el Palacio de San Francisco, entre muchas otras.
Sin duda, otro de los grandes logros de la Bienal, fue el haber propiciado una gran plataforma para el arte barrial y popular, y para las curadurías independientes, fortaleciendo el ecosistema artístico local hacia el futuro.
“Con la Bienal Internacional de Arte y Ciudad, Bogotá entra al selecto grupo de ciudades que cuentan con estos importantes eventos, como Venecia, São Paulo o Sídney, entre otras. Las bienales funcionan como puntos de encuentro en dos vías: para el público local son oportunidades de ver qué se está haciendo en otros lugares, y para el público que viene de afuera, la posibilidad de ver la producción local y regional. La gran afluencia de público demuestra que, si hay eventos de calidad, con curaduría cuidadosa e incluyente, los ciudadanos y ciudadanas tienen a su alcance propuestas contemporáneas, a veces complejas, pero no por ello menos accesibles. En este sentido, BOG25 tuvo un robusto componente de mediación para acercar al público al arte, y una importante presencia del espacio público para salir al encuentro de ese público que vive en la ciudad, pero no tiene el hábito de entrar a museos, galerías y otros espacios de exposición”, afirma José Roca, asesor curatorial de BOG25.
La Bienal funcionó como una expresión artística y la activación de la ciudadanía, sin embargo, dejó un recuerdo físico, un legado de obras artísticas a lo largo de la ciudad. El listado de obras incluye intervenciones de arte urbano (137 en total) en estaciones y portales de Transmilenio, además del monumento Umbral, del artista bogotano Carlos Castro Arias, propuesta ganadora de la convocatoria promovida a través de la campaña ‘El arte de dar las gracias’, liderada por la Academia Nacional de Medicina, con apoyo de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la coordinación de la Fundación Arteria. También se incluye en las ganancias la restauración de columbarios del Cementerio Central y de la obra Auras Anónimas.