Quince minutos después de las 10:00, el señor salsero por el que todos estaban ahí apareció: pequeño, sonriente y elegante.
Entró cantando y de una vez mandó a quienes reventaron en un grito Un montón de estrellas. Le siguieron Yo no te pido, Conciencia (de las más aplaudidas), Que manera de quererte y Sombra loca. Una parte de la gente gritaba como si fuera la primera vez que lo tenían en frente y la otra cantaba como si quisiera sonar más que el artista.
“Los ticos son como el resto de latinos: cálidos, fiesteros, sensibles, cariñosos y hospitalarios”, dijo Gilberto en una pequeña entrevista minutos antes de subir al escenario y el público le respondió como él esperaba.
Como siempre elegante (impecable traje negro sin corbata) el puertorriqueño, de baile reservado y sonrisa frecuente, hizo gala desde el primer tema, de una de sus más aplaudidas cualidades: el soneo.
Después de saludar y agradecer la invitación, aconsejó: “diviértanse, pásenla bien y enamórense”.
El público, que ya estaba enamorado de su música, se fundió con él en el primer bolero romántico de la noche: Un amor para la historia.
La salsa llegó de vuelta con los temas Sin voluntad y Si los hombres han llegado a la luna.
Las cosas se pusieron románticas (e histéricas) de nuevo con Mentira (tema que sonó en la novela El clon) y con Que alguien me diga, canción que empezó en su versión romántica y explotó en salsa.
Que se lo lleve el río, Almas gemelas y Vivir sin ella también formaron parte del repertorio en el que destacó, como siempre, uno de sus clásicos más aplaudidos, el que nunca falta en un concierto de Gilberto aquí: Perdóname. A este tema, mientras el cantante soneaba, el director le metió un arreglo de reggaetón en el que Santa Rosa se atrevió a cantar una frase de Gasolina (el éxito de Daddy Yankee).
Con La agarro bajando vino la despedida y la oportunidad para que la corista Rebeca Sembrana demostrara sus cualidades como trompetista. Gilberto se acercó a firmar autógrafos y, ahora sí, se fue con la promesa de volver pronto.
Para la medianoche, las que entraron soberbias en tacones trataban de llegar a su carro o al taxi y los caballeros, con la camisa sudada, dejaban atrás al responsable.
© CARACOL S.A. Todos los derechos reservados.
CARACOL S.A. realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados.