La música que desplazó a la arraigada cumbia colombiana

Tota

El tradicional vallenato colombiano, considerado por Gabriel García Márquez como una influencia determinante en su obra literaria, logró desplazar a la tradicional cumbia como el género musical favorito en el país.

El ritmo vallenato, con 100 años narrando las historias y desventuras de los pueblos del caribe colombiano, supera en ventas de discos a la cumbia y abrió un gran mercado nacional e internacional para sus intérpretes.

El distribuidor de material discográfico Carlos Viana indicó en entrevista con Notimex que «en este momento, a nivel internacional, las ventas de discos de vallenato superan ampliamente las de la cumbia, porque no existe una figura representativa que cante cumbia».

Viana señaló que «desde finales de la década del 70, el posicionamiento del vallenato comenzó a darse y aunque son ritmos «hermanos», el vallenato innovó y la cumbia no, a pesar que sigue gozando de una amplia aceptación en Europa y nunca morirá».

Explicó que «en Latinoamérica y la comunidad hispana de Estados Unidos, ni qué hablar, como cada país tiene su propia cumbia sólo los clásicos de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Mario Gareña o los Corraleros del Majagual, son los que se venden».

Esa música, que a finales de abril de cada año congrega a miles de personas en el Festival de la Leyenda Vallenata en la sureña ciudad de Valledupar, comprende los cuatro aires o ritmos típicos de esa región (Paseo, Merengue, Puya y Son).

La historia del ritmo difundida por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata indica que los instrumentos que conforman el conjunto vallenato nace de la mezcla de tres culturas: la española, la africana y la indígena.
«El acordeón representa la influencia europea, la guacharaca la influencia de nuestros aborígenes y la caja representa la africana», señala la institución organizadora de uno de los festivales folklóricos más importantes de Colombia.

Viana explicó además que «en Colombia no hay cumbia moderna para competirle a la mexicana o a la «technocumbia» de Perú, por eso el vallenato aprovechó el impulso que le dio una figura comercial como Carlos Vives».

El salsero Joe Arroyo, orquestas como El Combo de las Estrellas, Los Tupamaros, el Tropicombo y Bananas o la reciente figura juvenil Cabas han incluido cumbias modernas en sus trabajos, pero sin mantener la línea tradicional que sí conserva el vallenato.

El vallenato hace un siglo que ya florecía en diversos lugares de la sabana colombiana, muy cerca de la Costa Atlántica, hecho por los juglares y donde la incorporación rítmica del acordeón se volvió indispensable para el conjunto instrumental.

El proceso pudo tomar hasta tres o cuatro decenios, pues el acordeón empezó solitario su carrera por la comarca, sin la caja de percusión y la guacharaca, como relata el propio Emiliano Zuleta Baquero, uno de los más diestros músicos de este ritmo.

El matrimonio entre los tres instrumentos fue un efecto social y popular plasmado en las reuniones del pueblo, con sus parrandas, cumbiambas, fiestas y merengues, que más que un ritmo unificado eran sólo un tipo de jolgorio popular.

Los remates de las fiestas de la burguesía al momento que las orquestas dejaban de amenizar, denominados «colitas», fueron el espacio para que los grupos de vallenato llegaran a las altas esferas de ciudades como Valledupar, Riohacha y Santa Marta.

«Las ´colitas´ son el ancestro directo del vallenato moderno, que tiene su origen en las plantaciones bananeras del Magdalena», aseguró el ex presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978), una de las autoridades en el tema del folklore caribeño colombiano.

Las piquerías o retos de coplas se constituyeron en el más efectivo molde de creación y propagación del vallenato, y ahí surgió la famosa leyenda de Francisco Moscoso, «Francisco el Hombre», y su desafío con el Diablo, al que derrota cantándole el Credo al revés.

Los grandes acordeoneros viajaban durante días para participar en piquerías concertadas de antemano o a través de recados, como lo atestigua el inmortal tema La gota fría (1938), encargado de abrir las fronteras con la versión moderna de Vives.

«Acordate Moralitos de aquel día que estuviste en Urumita y no quisiste hacer parada», como reza la canción, fue el reto de Emiliano Zuleta «Emilianito» a Lorenzo Morales «Moralitos», entrañable acordeonero y compositor.
Luis Enrique Martínez, «El pollo vallenato», y Abraham Maestre continuaron con las piquerías, hasta que el gran Alejo Durán, otro piquero, le dio un giro al ritmo, cantándole al amor y al despecho con clásicos como Fidelina.
«Esta transformación permitió que el rey vallenato Alfredo Gutiérrez, un acordeonero, fuera capaz de meterle fagot y trombón y ahí el vallenato de Durán y Leandro (Díaz) comenzó a venderse y a sobrepasar a la cumbia», señaló el promotor musical Johnny Barrera.

El promotor indicó que «desde fines de los años 70 se vislumbraba el fenómeno del vallenato y es así como Diomedes Díaz, «El Cacique de la Junta», alcanza a romper todos los récords de ventas discográficas en Colombia en 20 años».

«Lo de Diomedes muy difícilmente será igualado, ni (la cantante de pop) Shakira o Vives alcanzarán ventas en el mercado local como las de él, el único que se acercó fue Darío Gómez, pero con ritmos rancheros de despecho y sólo en el interior», apuntó.
Barrera aseveró que «para la industria discográfica, el éxito del vallenato está garantizado en el exterior con Vives, Los Diablitos, Los Gigantes, El Binomio de Oro, Los Inquietos, los hijos de Diomedes (Diomedes Dionisio y Rafael Santos)».

«Para no ir lejos, Julio Iglesias, Paloma San Basilio, Joan Manuel Serrat, Gloria Estefan, Rubén Blades y Fulanito, han incluido en sus trabajos vallenatos con acordeoneros como Egidio Cuadrado y el Cocha Molina, por eso hay vallenato para mucho rato», concluyó.